Colores para luchar contra el odio
Djibril Cissé, de 19 años, llegó a Canarias siendo menor de edad. Después de sobrevivir a la ruta canaria, comienza a dibujar el sueño que tanto anhela: estudiar Bellas Artes y ser pintor
«Vete a pintar a tu país». Es uno de los comentarios racistas que Djibril Cissé, un chico de 19 años que llegó a El Hierro en cayuco cuando aún era menor de edad, ha recibido en una de sus publicaciones de Instagram en la que comparte sus obras. Cissé partió desde Senegal, su tierra natal, empujado por unos propósitos: poder ayudar a su familia y construir un futuro para él. Después de idas y venidas, ahora vive en Tenerife y desarrolla su vena artística. Su escaparate para dar a conocer sus obras son las redes sociales, donde algunos usuarios utilizan el anonimato para verter su odio. Por suerte, son pocos, y mucha gente ha salido en defensa de un joven que solo quiere encontrar una oportunidad.
La falta de alternativas legales para poder llegar a Europa le hizo montarse en un cayuco en 2023. «No sabía a dónde iba a llegar, ni lo que era Canarias», explica al otro lado de teléfono. Para él, el archipiélago era una tierra nueva. No se le pasó por la cabeza que formaba parte de España, y mucho menos que era territorio europeo.
Como miles de personas migrantes, el mar fue el agónico escenario de su travesía, que recuerda con cierto pavor. Durante siete días el miedo se apoderó de él. Su único equipaje era una muda de ropa y la esperanza de llegar a tierra. «Desde que subí a ella y vi cómo estaba el mar pensé que, si seguía así, no íbamos a llegar bien», confiesa Cissé, ya que tanto él como las casi 120 personas que iban en la embarcación viajaron con las condiciones en contra. Pronto, el agua comenzó a entrar en la barcaza y empezó a temer por su vida. «Se mojaba todo, nuestra ropa, la comida, nosotros», relata el joven, que detalla que en ella viajaban hombres, mujeres y niños.
La agonía no solo la pudo sentir él; también la sintió su familia en la otra orilla. Su madre, cuenta el joven, rezó día y noche durante los siete días que duró la travesía por su hijo, por su futuro, por que arribara con vida. «Cuando llegué pude llamar a mi madre para avisarla. Creo que ese fue uno de los momentos más felices», comenta el chico.
En la embarcación pudo ver rostros familiares de algunos de sus amigos, que no se habían comunicado entre ellos lo que iban a hacer, por lo que se sintió un poco aliviado al compartir con caras conocidas algo tan dramático.
Nadie quiere subir a un cayuco y dejar su vida a la suerte, pero a Cissé no le quedó otra alternativa, ya que en su tierra natal no encontraba oportunidades. «Tuve que dejar el colegio con 16 años y me puse a trabajar como pescador para llevar algo de dinero a casa», rememora el joven.
Como en el momento en el que llegó a El Hierro era menor de edad, fue trasladado a un centro para chicos de su edad en La Gomera. Más tarde tuvo que ser derivado a Tenerife, isla en la que reside en la actualidad.
El camino no ha sido fácil, y todavía se topa con algunas dificultades. Cuando cumplió la mayoría de edad, al igual que miles de menores migrantes que llegan sin la compañía de un familiar al archipiélago, vio cómo su nueva vida podría truncarse al verse abocado a la calle. Sin embargo, a pesar de haber llegado solo, encontró la compañía de personas que han estado a su lado durante este tiempo, entre ellas, los trabajadores de la Fundación Canaria El Buen Samaritano.
A día de hoy, ha podido hacer algunos cursos de agricultura, carpintería y cocina, y está buscando trabajo para poder ganarse la vida. Además, reside en una casa con otros 13 chicos como él que persiguen esos anhelos que pueden ver un poco más cerca.
El arte como salvavidas
A pesar de ser un amante del fútbol (fiel seguidor del Barcelona), en su corazón hay un gran hueco para otra de sus pasiones: el arte. En Senegal, cuando sacaba algo de tiempo, comenzó a dibujar. Su lienzo: un papel; su principal herramienta: un lápiz.
Ya en Tenerife, una de las trabajadoras de la Fundación, María José, se percató del talento de Cissé. «Me dijo que podía ser pintor», comenta orgulloso el joven. Y así, sus creaciones comenzaron a tomar color. Inspirado por los paisajes de su país y su gente, ya con lienzos y pinceles que le aportaron desde la fundación, comenzó a pintar a modo de salvavidas. A las escenas que recuerda de su tierra, se han incluido estampas de las islas. «Me siento muy feliz cuando pinto. Cuando veo de lo que soy capaz, confío en mí para seguir adelante», comenta Cissé, que quiere formarse para algún día estudiar Bellas Artes en la universidad y seguir así en el camino de la pintura.
En su cuenta de Instagram (djibril_cisse6) comparte sus creaciones con el resto del mundo. A pesar de algunos comentarios racistas, son más aquellos que muestra su apoyo a este joven pintor. «No me los tomo mal. Nosotros venimos a aprender y conseguir un futuro», comenta Cissé, que agradece a todos aquellos que lo defienden en las redes.
Para él, es todo un «orgullo» ver de lo que es capaz, pero no hay nada que lo haga sentir más pleno que saber que su familia lo apoya desde lejos. «Me hace sentir bien saber que dentro de todas las personas hay algo que brilla, pero no todos tenemos el privilegio para mostrarlo», reflexiona el joven.
De momento, se ha animado a montar una exposición para mostrar su arte a la ciudadanía. La parroquia de Los Gladiolos, en Santa Cruz de Tenerife, será testigo del nacimiento de un artista el martes 17 de junio, a partir de las 16.00 horas. Con los cuadros que ha ido pintando a lo largo de este tiempo, más algunos que está preparando para la ocasión, Djibril Cissé quiere llegar al corazón de los demás. Sus obras, llenas de sentimiento, pretenden ser el buque hacía todos sus sueños.