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Fernando González Molina sabe cómo pulsar la tecla del éxito en taquilla: 'Tres metros sobre el cielo' y la 'trilogía del Baztán' así lo atestiguan. El director navarro parecía la persona adecuada para hacerse cargo de una de las series más ambiciosas del año, vendida por Movistar como un 'Stranger Things' a la española. Vamos, aventuras de chavales en tono fantástico y nostalgia.
'Paraíso', cuyos dos primeros capítulos de casi dos horas se han podido ver en Málaga y que hoy llega a Movistar, transcurre en Almanzora de la Vega, un ficticio pueblo de veraneo del Levante en 1992. En la primera secuencia un grupo de gaviotas se estrellan inexplicablemente contra un faro; en la segunda, un cartel anuncia la desaparición de unas adolescentes del pueblo. Los Goonies se encuentran con las niñas de Alcàsser. El 'Paraíso' del título alude a la discoteca abandonada en la que sonaba OBK y en cuyos sótanos conectados con un acantilado parece residir la clave del misterio.
La serie juega sin cortarse la carta de la nostalgia. La música de Mecano, una obsesión reconocida por el director, apela al chispazo de nuestra memoria sentimental de la misma manera que una Gameboy o un chubasquero Karhu.Sin embargo, 'Paraíso' no encadila porque falla lo esencial: la pandilla protagonista no tiene el menor carisma.
González Molina inunda el metraje de música ominosa de sintetizador ochentero que no se interrumpe ni un segundo. Prima el tono grave. Dibuja sin mucho sentido del humor una España de familias rotas, donde tan inverosímil resulta Macarena García de guardia civil como un inspector chino de la UCO. En vez de una simpática fantasía costumbrista, 'Paraíso' es una apesadumbrada intriga sobrenatural.
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