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Mikel Labastida
Martes, 10 de septiembre 2019
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Resulta imposible no recordar dos títulos como 'Rectify' (Sundance TV) o 'The night of' (HBO) después de ver 'En el corredor de la muerte', la última serie de Movistar que se estrenará completa el viernes 12 de septiembre. Sobre las dos anteriores planea una crítica al sistema judicial americano y ambas cuestionan la capacidad de las prisiones para reformar a cuantos terminan allí. Las dos plantean la posibilidad de que personas inocentes puedan acabar entre rejas por fallos en la investigación o en el desarrollo de los juicios. Duras y sin concesiones, coinciden a la hora de presentar a un protagonista que termina devorado por un sistema injusto, violento y poco edificante. Hay una diferencia muy grande entre las anteriores y la producción española que llega a las pantallas esta semana. Esta última se basa en un caso real (las otras recibieron inspiraciones de sucesos pero no eran retratos fidedignos). Ese dato causa, sin duda durante el visionado, un escalofrío terrible.
La historia de Pablo Ibar, el hombre con ascendencia vasca que lleva 25 años privado de libertad en un penal de Florida por un triple crimen que asegura no haber cometido, la hemos conocido y seguido a través de los medios de comunicación. Y sufrido, porque su último juicio fue retransmitido por las radios, televisiones y diarios españoles y la sentencia (un jurado popular lo declaró culpable por tercera vez) resultó desalentadora para cualquiera que lo siguiera de cerca. La serie cumple un objetivo primordial: ordenar todo lo que hemos escuchado del caso. Y va más allá, sirve para conocer a la familia que ha rodeado al acusado, la que ha actuado de motor para seguir adelante, para no darse por vencido nunca.
Había varias maneras de narrar lo sucedido con Pablo Ibar pero antes de optar por ninguna de ellas quien quiera que fuera a ponerse detrás de este proyecto (en esta ocasión ha sido la productora Bambú) debía responder la siguiente pregunta: ¿cree en la inocencia de Ibar? En función de eso se elegiría un enfoque u otro para detallar los mismos hechos. 'En el corredor de la muerte' se entrega a la versión del acusado y no disimula que únicamente quiere retratar lo acontecido desde su punto de vista, dando por sentado que el resto de testimonios (los de los detectives que investigaron, los de la familia de los asesinados) son falsos o no están basados en pruebas irrefutables. La serie no deja ningún resquicio de duda, no pone en cuestión ninguno de los datos 'oficiales' aportados por Ibar y los suyos, y en ningún momento se pone en la piel de los parientes de las chicas acribilladas a tiros en un piso en Miami. Esa sería otra serie y esta es la serie de Ibar. Eso la hace más previsible, pero también -y esto es importante en estos casos- más honesta.
No engaña nunca, no va de nada que no quiera ir, no disimula sus intenciones. 'En el corredor de la muerte' presenta a un ser inocente y los espectadores vamos a sentirnos rápidamente identificados con ese muchacho que estaba en el lugar equivocado en el momento menos oportuno, así como con los que han hipotecado su vida por apoyarle. Hay verdadero énfasis en dar voz y contar la verdad de estos personajes, algo que no es extraño dado que el texto referencial de esta producción es el libro homónimo de Nacho Carretero, que se empeñó en dejar en evidencia las incongruencias en torno a este caso y el sacrificio de los parientes de Ibar. El periodista se mostró enseguida interesado por esta desagradable noticia y por las víctimas que iba dejando a su alrededor. Lo cuenta él mismo en el podcast producido por Podium Studios que sirve de acompañamiento (y amplía la experiencia seriéfila) de la obra. Volveremos más tarde a él.
'En el corredor de la muerte' se divide en cuatro capítulos, con una dirección (la de Carlos Marqués-Marcet, que ha estado detrás de títulos tan estimables como '10.000 km' y 'Los días que vendrán') que apuesta por fijarse en los personajes, por no disimular sus claroscuros, por permitirles mostrarse tal cual son, sin exageraciones y sin colocarse ningún escudo protector (muy propio de otros trabajos del cineasta). Esto permite que descubramos nuevas caras de Ibar, y que la verdadera revelación de la serie sea Tanya Quiñones (cuya interpretación corre a cargo de Marisé Álvarez). Fue ella la que le propició una coartada (que de poco le sirvió), la que le apoyó desde fuera en los momentos más duros, y la que más ha peleado para buscar justicia. Esto asombró a Carretero cuando acudió a entrevistarla para un reportaje encargado por el diario 'Qué' en el que trabajaba.
«No me lo podía quitar de la cabeza, no pude dejar que terminara ahí mi relación con esta historia», confiesa en el podcast de Podium Studios que estará disponible el viernes también y que a través de cinco episodios pretende ampliar el universo del caso Ibar, poner en situación los acontecimientos que el espectador ha visto en cada entrega, así como hacer referencia a algunos hechos y personas de la serie que no guardan vínculo con la realidad. Todo ello manteniendo la tensión por sí mismo, actuando como una serie paralela. Movistar continúa de este modo explorando en la experiencia transmedia en sus títulos, que tan buenos resultados le dio con 'La Peste' o 'La zona', e incorpora el podcast a su estrategia de narrativas, una unión más que lógica y que ya es habitual en otros países.
Bambú aprendió bien con 'Fariña' (también basada en una investigación de Carretero) y ha seguido el mismo patrón que con aquella. Se centra en la historia central y no se deja despistar por otros relatos, que solo actuarían como relleno y como distracción para el espectador (incluso llega a obviar detalles como el hecho de que Pablo y Tanya han tenido dos hijos en estos años). En 'En el corredor de la muerte' lo relevante es la exposición de despropósitos por los que Ibar terminó en prisión y las malas prácticas empleadas durante su primer juicio. Para conocer la magnitud de la tragedia va poniendo el foco en todos los protagonistas, con el fin de que el público entienda cómo procesaron los acontecimientos el acusado, los padres, su novia o los abogados que han ejercido la defensa. No hay tiempo para el descanso y la sensación al acabar cada episodio es de impotencia, porque esta vez sí conocemos el desenlace y a medida que avanza la serie nos cuesta más creer que no nos vayamos a topar con un final feliz.
Con el final de dotar de realismo al proyecto se recrearon en Panamá los escenarios que representaban a Miami y en Madrid se reprodujo en decorados ese corredor asfixiante por el que pulula Miguel Ángel Silvestre, que demuestra que bien dirigido puede ser un actor muy eficaz y convincente. Ibar tiene que agradecerle la consistencia con la que le ha llevado a la pantalla y, a buen seguro, el actor le devolverá el agradecimiento cuando reciba unos cuantos reconocimientos por esta interpretación.
Esta serie no se ha cerrado. El espectador se va a quedar con ganas de un quinto capítulo que nadie sabe si se llegará a rodar.
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