'Poquita fe'
Crítica de televisión ·
El mérito de la serie es saltar del malicioso apunte costumbrista a la ternura en el retrato de la pareja protagonistaConocimos a José Ramón y a Berta hace un par de años. Dos pan sin sal, dos seres mediocres rodeados a su vez de mediocridad, ... cuya existencia parece sumida en el tedio y la insatisfacción. 'Poquita fe' era un espejo en el que ver reflejadas nuestras miserias. Esa pareja interpretada por Raúl Cimas y Esperanza Pedreño como si estuvieran en una película de Aki Kaurismaki nos hacía reír porque, ay, se parecen a nosotros más de lo que nos gustaría.
'Poquita fe' está de vuelta en una segunda temporada que Movistar Plus emite el 25 de septiembre. Ocho episodios de apenas 20 minutos que tienen como hilo conductor la crisis de pareja y el problema de la vivienda. A José Ramón y Berta los echan del piso y no les queda más remedio que irse a vivir con los padres de ella, que también cargan con la hermana vaga. Su esperanza es que palme la madre de un conocido, que les ha prometido la casa.
Mientras, siguen las peripecias nimias en bares de un Madrid de barrio muy reconocible y en ese ministerio en el que trabaja José Ramón como guarda de seguridad, que lleva hasta el paroxismo la burocracia y la ineficacia. No se salva ni un personaje. Todos resultan mezquinos y miserables, maniáticos y egoístas.
Qué difícil es lograr el tono que consiguen Pepón Montero y Juan Maidagán, creadores de 'Camera Café' y esa comedia de culto que es 'Los del túnel'. El resumen narrativo de cada episodio de 'Poquita fe' se nos escurriría entre los dedos, porque no ocurre gran cosa. El mérito de la serie es saltar del malicioso apunte costumbrista a la ternura en el retrato de la pareja protagonista, del humor absurdo digno de Jacques Tati –ojo a la defunción de una puerta detectora de metales– a la comedia bestia que provoca incomodidad. No se la pierdan.
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