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'Intimidad' engola la voz desde sus títulos de crédito iniciales, que parecen un mapa de la Ría de Bilbao y nos sumergen en una atmósfera de thriller nórdico, como si 'Borgen' fuera a transcurrir en el país del PNV y Bildu. Esta es una serie con un tema importante, grave, y así se remarca a cada momento con la sutilidad de un martillo pilón. Dos vídeos de contenido sexual dados a conocer sin el permiso de sus protagonistas se sitúan en el epicentro de dos tramas paralelas llamadas a converger. Uno quiere acabar con la carrera política de la futura alcaldesa de la Villa; el otro obedece más a la perversidad del llamado 'porno de venganza', una filtración a internet con el único propósito de joderle la vida a una expareja.
Ocho capítulos de casi una hora se antojan demasiados para contar el nacimiento de la sororidad entre las protagonistas de esta ficción de Netflix creada por Laura Sarmiento y Verónica Fernández, que tiene su mayor lastre en ese deseo de dejar pintado con rotulador fosforescente su mensaje. Por si no basta con lo que vemos, los personajes lo verbalizan, por si el espectador de plataformas fuera más lerdo que el de salas. Sentirse señalada, observada, sojuzgada es el sentimiento que experimentan las dos víctimas. Itziar Ituño, la inspectora de 'La casa de papel', da vida a la vicealcaldesa de un partido nacionalista, con un matrimonio abierto, que practica surf, canta en inglés en el karaoke y liga en Tinder. Tampoco se trata de hacer costumbrismo, pero de verdad que la suspensión de la incredulidad se pone a prueba. ¿Y por qué no se dice PNV?
Por su parte, Verónica Echegui es operaria en una fábrica a la que el acoso de los compañeros lleva a suicidarse ahogándose en el mar: no es spoiler, lo hace en los primeros minutos de la serie. Poco más sabremos de estas dos mujeres a lo largo de los ocho episodios. ¿Qué políticas defiende Malen Zubiri? ¿Qué ocurrió en su relación de pareja para llegar al mero matrimonio de conveniencia? ¿Por qué acudía a orgías el personaje de Echegui? Las guionistas prefieren enredar la trama estirando el principal enigma de la historia: ¿quiénes han sacado esos vídeos a la luz? Tan zafia resulta la caracterización de los empresarios machirulos que cortan el bacalao en Euskadi, como el papel de los medios, caricaturizados como reporteros con micrófono dispuestos a llegar a las manos en busca de una declaración.
La factura técnica de 'Intimidad' es impecable, como ocurre en casi todas la series españolas actuales. La Bizkaia Film Commission, el organismo encargado de facilitar rodajes en la provincia, puede estar contenta: las múltiples localizaciones se asemejan a un catálogo de las posibilidades que Bilbao y sus alrededores ofrecen para el cine. Son tantas que al espectador local hasta pueden despistarle de la trama y llevarle a reconocer lugares sin parar. Solo en el primer capítulo aparecen la Alhóndiga, el Guggenheim, el Ayuntamiento, la sede de la ingeniería Idom, la playa de Sopelana, la Ría, la Universidad de Deusto, la Biblioteca de Bidebarrieta, Abandoibarra…
En algunas ocasiones son emplazamientos que obedecen más a un ánimo turístico o estético que narrativo. Así, dos personajes no quedan en un bar, sino junto a la fotografiada Araña del Guggenheim obra de Louise Bourgeois. Cuando conocemos al padre de la alcaldesa en funciones (César Sarachu) no nos lo encontramos en un funcional despacho, sino en el imponente paraninfo de Deusto. Porque sí, porque hace bonito. Sin embargo, 'Intimidad' no aprovecha la idiosincrasia local a la hora de sacar jugo a la historia, al carácter vasco, a las liturgias nacionalistas. Lo mismo podría transcurrir en Murcia. Al menos, se escucha con naturalidad el euskera en algunas secuencias y el reparto incluye a un buen puñado de actores vascos, de Patricia López Arnáiz a Kandido Uranga, pasando por Aitor Merino, Fernando Albizu e Iñigo Aranburu.
La denuncia social del machismo presente en todas las capas de una sociedad todavía heteropatriarcal, la necesidad de que las víctimas de la llamada violencia de género digital denuncien y la nueva sororidad que está cambiando las cosas bastan para justificar el disfrute de 'Intimidad'. Otra cosa es que estemos ante una serie apasionante, de esas en las que no esperas a los títulos de crédito para pulsar el próximo capítulo. Ni como intriga política, ni como thriller morboso está a la altura. Un ejemplo: el personaje de la inspectora de la Ertzaintza que encarna la estupenda Ana Wagener. Su peripecia dramática fuera de la investigación (es lesbiana y duda ante la fecundación in vitro que le plantea su pareja) solo busca sumar más temas en una reivindicación feminista a la que quizá le hubiera venido bien más corazón y menos consignas.
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