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Un fotograma de 'Drácula'.
'Drácula', ¿ridícula o sublime?

'Drácula', ¿ridícula o sublime?

Miniserie ·

Los creadores de 'Sherlock' reformulan al mítico chupasangres en una miniserie que despierta filias y fobias. La propuesta acumula múltiples referencias que pueden maravillar o aburrir sobremanera

Miércoles, 8 de enero 2020

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El nuevo 'Drácula', apadrinado por Netflix con el sello de la BBC, no da miedo. Quizás tampoco lo necesite. Quizás no lo pretenda. Sí da, por el contrario, algo de risa. Lo busca, pero quizás no siempre de manera voluntaria. Hay dos maneras de acercarse a esta miniserie de tres capítulos de hora y media de duración: como amante del género fantaterrorífico o como simple espectador en busca de emociones fuertes. El primero puede disfrutar sobremanera con los dos primeros capítulos, un festín de guiños a la historia ficcionada del mítico vampiro, uno de los iconos más populares del cine y la literatura de horror de todos los tiempos. El segundo puede llevarse cierto chasco si busca pegar algún que otro salto en el sofá de su casa haciendo 'nesting', léase quedarse en casa encerrado de manera voluntaria para desconectar de todo frente al televisor.

270 minutos suman tres películas escritas por Mark GatissSteven Moffat, a partir del afamado texto de Bram Stoker. Los responsables de la estimable reformulación de 'Sherlock', con Benedict Cumberbatch como rostro del genial detective, rinden pleitesía al relato original especialmente en el inicio de un grotesco replanteamiento de la figura del gran vampiro que ha sembrado la polémica en las redes, sobre todo con su desenlace. Si no te despojas como público de ciertos prejuicios, el comportamiento del famoso Conde Drácula puede resultar ridículo. Si eres un fan fatal del terror, adoras las pelis de la Hammer, Paul Naschy y compañía, la batería de referencias es abrumadora, pero encumbrar una película o serie por el mero hecho de homenajear sin filtro aquello que nos gusta tendrá que dejar de ser tendencia algún día. No todo debe ser aplaudido con la única condición de llevar el sello 'fantástico'. Estamos en 2020.

Otro fotograma de la serie.
Otro fotograma de la serie.

El primer capítulo del lote describe las reglas de la bestia, la luz del sol, el crucifijo y demás zarandajas, con serios problemas de tono. Roza lo paródico por momentos, retratando a un Drácula bravucón, un galán trasnochado con maneras de monologuista de tercera. Al principio la narración estremece, introduce al espectador en un ambiente inquietante, en la senda del clásico de Coppola, para tornarse un esperpéntico despliegue de topicazos sobre el personaje salpimentados con un sentido del humor que viene y va, sin una razón de ser clara que mejora en el siguiente episodio, una partida al Cluedo en un barco poseído por la niebla que señala uno de los problemas del formato serializado: la obligatoriedad de sorprender a base de giros imprevisibles. La maldición del cliffhanger también azota al producto, tres filmes de carácter independiente que invitan a los más eruditos a recordar al gran Christopher Lee y puede servir de pasatiempo para un público entregado que no necesita sentir un escalofrío frente a las fechorías del sádico conde de colmillo afilado. Dejémonos de sustos.

Tono socarrón

Si se aceptan las reglas de la bestia y su tono socarrón de quita y pon, todo va mejor. Hay un momento en la pieza inaugural de las tribulaciones del no-muerto por excelencia que avisa de lo que está por venir: «¡Es usted un monstruo!», les espeta un infectado Jonatham Harker al sanguinario vampiro, quien no duda en responder: «Y usted es abogado. Nadie es perfecto». Un chiste facilón, ya escuchado en otras películas sobre la icónica criatura de Bram Stoker, 'Blade' sin ir más lejos. Los diálogos apuestan por una suerte de comicidad discutible cuando Drácula se bate en duelo dialéctico con sus posibles víctimas… o cazadores. Precisamente el tercer capítulo, el que no ha gustado a los amantes del terror, y al público en general, abre una puerta a un mundo diferente por el cual transitar, aunque falla en el intento. No atina, precisamente, por no agarrarse al manual del buen vampiro como a un clavo ardiendo, o más bien a un crucifijo clavado en una pared de gotelé. Al final, ni se mete de lleno en las tripas del mito ni ofrece una mirada fresca con carisma.

En su segundo episodio, 'Drácula' parece querer cruzarse con una entrega de 'Inside No. 9', la recomendable serie de intriga y humor negro disponible en Filmin, No en vano, la columna vertebral de la intriga es lo que hay detrás de la puerta del camarote número 9, un misterio que provoca un giro forzado que sirve de pegamento en la publicitada mini-serie. ¿Se imaginan un cuento de Agatha Christie sabiendo quién es el culpable de los asesinatos desde el principio? A pesar de las pegas expuestas, asimilando que cuando se habla de series se baja el baremo de calidad, solamente hay que ver las puntuaciones online -'Juego de tronos' casi alcanza a 'El padrino'-, la última apuesta de Gatiss y Moffat cuenta con algunas secuencias potentes –las monjas decapitadas siempre funcionan, pequeño spoiler- y se disfruta mejor si no se toma necesariamente en serio. El erotismo propio del sensual vampiro se ha perdido, por cierto, como si fuera un lastre, en beneficio del dibujo de un caudillo de 500 años que aprende idiomas y sabe cómo utilizar Skype gracias a la información que se acumula en nuestra sangre. Somos lo que comemos. También lo que vemos.

'Drácula' está disponible en Netflix.

Vídeo. El tráiler de la serie.

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