Secciones
Servicios
Destacamos
Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
Opciones para compartir
«¿Quién me pone en el sitio en el que yo estaba antes?», se pregunta airado Javier Gurruchaga en la rueda de prensa posterior a la sentencia del 'caso Arny' el 20 de marzo de 1998, que absolvió a todos los famosos involucrados en un circo mediático que mantuvo en vilo al país durante dos años y medio. El líder de la Orquesta Mondragón no ha levantado cabeza desde entonces. Tras la sentencia pasó dos años sin salir de casa. Llegó a leer en los periódicos de la época que existían grabaciones telefónicas suyas en las que solicitaba jóvenes magrebíes. Como recuerda su mánager de entonces, Carlos Vázquez 'Tibu', no volvió a tener un programa de televisión. Un día llegaron a un pueblo en el que la Mondragón había logrado, al fin, un bolo. Y se encontraron con una pintada: «Gurruchaga maricón». El cantante le rogó que dieran la vuelta.
Han pasado 25 años y la España actual poco tiene que ver con la de mediados de los 90, que se rebozó en una caza de brujas que enjuició la homosexualidad y que hoy solo puede contemplarse como un fracaso de jueces, policías y periodistas. La serie documental 'Arny. Historia de una infamia', que HBO Max acaba de estrenar, nos retrotrae a un país en el que el término «maricón» sonaba a todas horas. No existían las redes sociales, pero 32 inocentes fueron linchados a base de mentiras por culpa de un montaje morboso y homófobo que sigue sin resolverse.
El Arny era un bar de ambiente gay de Sevilla, abierto hace apenas dos meses en la calle canalla que elegían los noctámbulos para tomarse la última copa. Un garito cutrón y con reservados para el encuentro de sus parroquianos, que la Policía investigó ante la sospecha de que se prostituían menores. No importó mucho que tras una labor de vigilancia de nueve meses no entrara un menor en el local. Chavales que hacían la calle buscándose la vida se inventaron (según ellos, por presiones policiales) que el Arny era frecuentado por celebridades en busca de carne joven. Como Jesús Vázquez, Jorge Cadaval, de Los Morancos, y Javier Gurruchaga.
Solo Vázquez ha accedido a hablar en la serie, de tres episodios de una hora. «En estos 25 años he hecho un ejercicio de olvidar, porque aquello convirtió mi mundo en una pesadilla», recuerda el presentador, que a mediados de los 90 intentaba labrarse una carrera como cantante. Vázquez tuvo que acudir a diario a la Audiencia de Sevilla durante más de cinco meses. Jamás había pisado el Arny. Escuchaba cómo pedían para él un año de cárcel y a la salida firmaba autógrafos. Aguantó gracias al calor de Jorge Cadaval y su familia, que le acogieron en su casa. Cuando su madre se encontraba a punto de morir al final de un juicio con 44 abogados defensores y una pena global de 629 años, el presentador la alivió inventándose que ya había salido el veredicto de inocencia.
Los periodistas estrella de la televisión de entonces –Pepe Navarro, Xavier Sardà, Nieves Herrero– tampoco salen muy bien parados de esta sórdida trama berlanguiana, en la que los testigos soltaban perlas como «si me pagas, te cuento que el Rey estuvo en el Arny». El 'testigo número 1' que empezó todo, José Antonio Sánchez Barriga, está en la cárcel tras haber sido condenado por tres asesinatos. Con todo, la que más palos recibe en la serie es la juez instructora del caso, María Auxiliadora Echávarri, que siguió hasta el final a pesar de tener entre sus manos una farsa.
jesús vázquez
«Todo el mundo quiso tener su papelito en el esperpento, salir en la foto», apunta Ventura Rico, hijo del gran reivindicado del documental, el juez de menores sevillano Manuel Rico Lara, imputado en la trama de corrupción. Cesado de empleo y sueldo por el Consejo General del Poder Judicial –los primeros que olvidaron la presunción de inocencia–, Rico Lara, fallecido en 2013, dio durante el proceso un ejemplo de coraje y dignidad. «Hoy se difama de manera cotidiana en las redes, hay muchos Arnys a diario. Estamos mucho peor que entonces», lamenta su hijo.
Para unos, el 'caso Arny' obedeció a intereses inmobiliarios (el edifició acabó vendiéndose por una cantidad millonaria), para otros obedeció a venganzas y mafias policiales y muchos lo vieron como una distracción de las tramas turbias del Gobierno socialista, de Filesa a los GAL. Aquella locura colectiva cumplió su objetivo: criminalizar a los gays y aumentar la audiencia de los medios.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.