'45 revoluciones', sus aciertos y sus errores
Primera temporada ·
Con una fotografía y un montaje audaces, la nueva serie de Antena 3 pone el foco en la industria discográfica española en los sesentaSecciones
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Con una fotografía y un montaje audaces, la nueva serie de Antena 3 pone el foco en la industria discográfica española en los sesentaNecesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
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Hay bastantes elementos en '45 revoluciones' que si bien no son un punto y aparte en la ficción televisiva, sí suponen una pequeña revolución en el ámbito español. Pero vayamos por partes. Producida por Bambú Producciones y creada por Ramón Campos y Gema R. Neira, '45 revoluciones' es la primera serie de Antena 3 que se ha acogido a su nueva regla de oro, aquella que dice que los episodios no durarán más de 50 minutos. Y eso, en la televisión en abierto española, es todo un logro.
Pues mira, la historia arranca en noviembre de 1962 y nos mete directamente en una matinal del Teatro Circo Price. Sobre el escenario están Los Pekenikes, una de las múltiples bandas reales de la época a las que se hace referencia en el capítulo. Y entonces, cuando parece que la matinal llega a su fin, sube al escenario un espontáneo que se hace llamar Roberto Aguirre (Carlos Cuevas) y se marca una pieza de rock clásico seguido por los músicos que hay en escena. No será por mucho tiempo porque dos vigilantes expulsan al joven del recinto. Pero aparte de a las adolescentes ya ha encandilado a otra persona, Guillermo Rojas (Iván Marcos). Rojas es un exmiembro de Golden Records, la discográfica española más importante del momento, y ve en el joven una oportunidad de oro. A la salida del Price, le ofrece un trato pero en una carga contra los jóvenes allí apostados los grises acaban deteniendo al muchacho. Pese a todo, Rojas regresa a Golden Records con una idea en la cabeza: venderles la creación de un subsello llamado Futura que se ocupará de la música más moderna que encabezará este nuevo artista. Don Alfredo (Joan Pera), el propietario del sello, le da tres meses para conseguirlo.
Porque la serie, a juzgar por el primer episodio, trata de esto. Hay alguna subtrama más pero el grueso del metraje se destina, con mayor o menor profundidad y tino, a abordar cómo una persona lanza un subsello discográfico e inventa a un artista. Y todo con el franquismo como telón de fondo. El espectador asiste así a los codazos y empujones que Pedro Zabala (Israel Elejalde), la mano derecha de don Alfredo, propina a su antiguo compañero Rojas, al que considera un cantamañanas. Zabala, exquisitamente interpretado por Elejalde, representa un presente que cada vez es más pasado. «Las cifras dicen que la gente quiere un nuevo disco de Marisol», llega a decir a su jefe. Mientras Rojas apuesta por un futuro plagado de grupos que aún son desconocidos para el público mayoritario. «No me vas a detene, tu vives en el pasado y yo estoy aquí para cambiar la música», le responde Rojas. También se ve representada en la serie la importancia de los programas de radio para dar a conocer a los artistas, el papel en la sombra de los compositores que servían sus piezas a los cantantes y el poco margen que a menudo estos tenían para imponer sus decisiones frente a la discográfica, así como el 'mamoneo' con la prensa cultural, encarnado en la relación entre Rojas y la periodista Celia Vera (Esmeralda Moya), quizá lo más forzado en términos de guion. Todo ello conduce hasta la presentación del artista, que a partir de ahora se llamará Rober, en un concierto en diciembre de ese mismo año donde interpretará 'Humans' de The Killers. Sí, han cogido temas actuales para darles un revolcón sesentero que no parece muy acertado, la verdad.
A ver, no cantes victoria. En '45 revoluciones' hay otra trama, pero resulta casi igual de interesante. La protagoniza Maribel Campoy (Guiomar Puerta), una de las secretarias que trabaja en Golden Records. Apasionada de la música -estudio diez años de piano en el conservatorio- y asistente habitual a conciertos, Rojas enseguida la reclama como ayudante en esta nueva empresa, consciente de que sus 21 años pueden ayudarle a descubrir nuevos valores. Justo cuando se produce este espaldarazo en su carrera profesional, su novio le pide la mano delante de sus padres y de sus suegros. A partir de ahí verá cómo el machismo de su pareja trata de bloquear cada nuevo paso que la joven da en su vida. Es un punto feminista más que interesante, sobre todo si se enmarca en la década de los sesenta, y que resulta muy natural. Hay más detalles que abren la puerta a otras subtramas. A saber, los problemas de alcohol de Rojas, la posible tensión sexual entre Maribel y Rober y el oscuro pasado que parece tener este último... Pero al menos el piloto no nos ha presentado chorrocientos personajes y quince subtramas de golpe.
Vale. Vayamos a otro de los puntos fuertes. Visualmente '45 revoluciones' ha resultado ser todo un hallazgo. Huele un poco al 'Cuéntame' de hace unos años, con esos decorados retro y esas tonalidades ocre, pero es que la fotografía, que tiende a la urgencia y a la cámara en mano, y el montaje picadito, con decenas de planos en cada escena, que no duda en dividir la imagen en dos acciones cuando la historia lo requiere dan a la serie un aspecto muy setentero que la aleja de cualquier otra producción española. Un montaje que se beneficia de unos diálogos veloces y ágiles que uno no recuerda haber visto en ninguna ficción televisiva por estos lares.
Pues no lo es. En absoluto. Hablábamos antes de los diálogos urgentes, una rareza en la ficción española. Pues bien, uno de los grandes problemas es que su velocidad es a menudo directamente proporcional con lo ridículos y malos que son. Si, por ejemplo, el arco argumental de Maribel liberándose de actitudes y formas machistas y haciéndose un hueco en un mundo de hombres resulta natural, no lo es tanto la forma en la que lo expresa. Precisamente, la escena de la pedida de mano resulta ridícula por exagerada y mal construida. Otro ejemplo es una de las discusiones entre Rober y Maribel para ver quién sabe más de música molona.
Y en este punto hay que hablar del trabajo actoral. Porque lo de que los diálogos sean ágiles y rápidos también pone en más de un brete a Iván Marcos y Carlos Cuevas. A veces no se les entiende. Se nota también que se han doblado en estudio en alguna ocasión, con cambios de diálogos respecto al día de rodaje. Y otra cosa: en algunas ocasiones los personajes parecen más una caricatura de sí mismos -¿Por qué Marcos expele el humo de su cigarro siempre así?-.
Pues eso. No es una serie perfecta ni mucho menos. A juzgar por el primer capítulo, carece de profundidad, y los guiones y algunas actuaciones resultan un poco pobres. Que nadie espere aquí conocer los entresijos de la industria discográfica. Pero, a pesar de ello, '45 revoluciones' cuenta con varios logros en su haber: un montaje y una fotografía distinta, atrevida y sugerente, y unos ritmos que se escapan a cualquier ficción de una televisión generalista en abierto. Ah, y trata de lo que tiene que tratar.
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