Eddie Murphy
Crítica de televisión ·
Los chavales de los 80 idolatrábamos a Eddie MurphyLos chavales de los 80 idolatrábamos a Eddie Murphy. Le descubrimos en 'Límite: 48 horas' donde, lejos de ser la comparsa cómica del duro Nick ... Nolte, entraba más chulo que un ocho en un bar de palurdos sureños y se adueñaba de la película. No sabíamos que Murphy era un crío que tenía 20 años en el rodaje. Poco después, 'Superdetective en Hollywood' le convertiría en la mayor estrella negra de Hollywood. Y, en 1987, cuando no sabíamos todavía qué era la comedia 'stand up', ya veíamos 'Raw', el monólogo en el que el actor se entronizaba como heredero de Richard Pryor.
'Soy Eddie', el documental de Netflix a mayor gloria del protagonista de 'El príncipe de Zamunda', arranca con un recuerdo de su protagonista. En sus inicios entrevistaron en televisión a un miembro del Ku Klux Klan, que proclamó «odiar a todos los putos negros». «¿Pero no se salva ni uno?», le preguntaron. «Bueno, Eddie Murphy, es gracioso», reconoció.
Quizá para encontrar una película decente en su filmografía tengamos que remontarnos 25 años atrás a 'Bowfinger, el pícaro'. Pero ahí está Murphy en su mansión de 32 habitaciones de Beverly Hills, valorada en 85 millones de dólares y decorada con sus portadas de revistas que, definitivamente, pertenecen a otra época.
Sí, hay algo triste y de mal rollo en el Murphy actual, que regresa al camerino después de volver al 'Saturday Night Live' que le lanzó a la fama y le aguarda un séquito compuesto entre otros por los diez hijos que ha tenido de cinco mujeres. Intentar triunfar en la música, interpretar todos los personajes de una película disfrazado o doblar al asno de 'Shrek' se cuentan entre los méritos del actor, que se deja alabar por colegas como Dave Chapelle, Jerry Seinfeld y Chris Rock.
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