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Quentin Tarantino (Knoxville, Tennessee, 1963) posee el estatus de una estrella del rock. Quizás sea el director más célebre desde Orson Welles. Hijo de una madre soltera a la que debe sus potentes personajes femeninos, el autor de 'Reservoir Dogs' ha resucitado carreras, pervertido géneros y convertido su cine en una absorbente batidora de referencias gracias a las miles de películas devoradas en salas cutres de Los Ángeles y en el videoclub donde trabajó. Las ráfagas de violencia brutal, el humor negro y los diálogos hipnóticos son la marca de estilo del único director con estatus de icono de la cultura popular.
Veinticinco años después de que hiciera la peineta en Cannes a sus detractores al recoger la Palma de Oro, Tarantino ha regresado al festival y maravillado a los críticos con 'Érase una vez en Hollywood', un torrencial homenaje de tres horas al Hollywood de 1969, cuando el cine americano vivió una época dorada, antes de que Spielberg y Lucas consiguieran que la industria se consagrara a la pura evasión. Charles Manson y Bruce Lee se cuelan en las imágenes de una cinta que habla asimismo del fin del sueño hippy y que vuelve a demostrar la sapiencia de un director que pone a la misma altura el cine de Godard y el de Jess Franco.
Para disfrutar de 'Érase una vez en América' en los cines españoles deberemos esperar al 15 de agosto. Mientras, repasamos ocho aspectos poco conocidos de la vida y la trayectoria del director, que sigue demostrando el mismo entusiasmo que desbordaba en 1994, cuando presentó 'Pulp Fiction' en el Festival de San Sebastián. Aquel año se sentó en el suelo del Victoria Eugenia junto a el distribuidor español de la cinta, Antonio Llorens, celebrando con risas y aplausos la reacción del público.
Después, se pasó todo el festival persiguiendo a la actriz Greta Scacchi, que se zafó como pudo de la mandíbula más célebre del cine. En 2009 regresó al Zinemaldia con 'Malditos bastardos' y juró a este periodista que «jamás» vería una película en internet. Su vida, aseguraba, era un aprendizaje autodidacta, una especie de doctorado en cine: «El día que me muera será el día de mi graduación».
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Quentin Tarantino debe su nombre a Quint Asper, el personaje de una serie titulada 'Gunsmoke' encarnado por Burt Reynolds que encantaba a su madre. Quentin era también uno de los personajes de uno de sus libros preferidos, 'El ruido y la furia', de William Faulkner. A los siete años, Tarantino ya devoraba sin parar series y películas. En el colegio le tenían por un niño hiperactivo, que sacaba sobresaliente en Historia y Literatura pero suspendía todas las demás asignaturas. Pasaba tanto tiempo en el cine que no aprendió a montar en bicicleta hasta quinto curso. A los trece años se enamoró de 'Carrie', de Brian de Palma, hasta el punto de vestir como John Travolta en el filme.
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Tarantino pasó el verano de 1979 trabajando como acomodador en el Pussycat Porno Theatre de Torrance, California. Su metro ochenta y cinco le servía para mediar en las frecuentes peleas que se producían en el patio de butacas. La exposición a tanta película X consiguió que acabara hastiado de la representación del sexo en la pantalla (en sus películas apenas hay escenas eróticas). En aquella época empezó a estudiar intepretación. Dos años después, el mejor cliente del videoclub Video Archives en Hermosa Beach se convirtió en dependiente del mismo. Pasó de ganar 1.200 dólares al mes como cazatalentos de la industria aeronáutica (¡) a cobrar cuatro dólares la hora y poder ver todas las películas que quisiera.
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Cuando Tarantino aterrizó en el Festival de Sundance de 1992 era la primera vez que veía la nieve. La incorrección política de su ópera prima, con diálogos repletos de obscenidades y de palabras tabú como 'nigger' (negro), iban acompañados del rebanamiento de oreja más famoso de la historia del cine, a los sones de 'Stuck in the middle with you'. El director no cedió a las críticas y presiones para rebajar la violencia de la cinta. Como no ganó ningún premio en un festival que presumía de su corrección política, Tarantino nunca más volvió a Sundance y se mantuvo firme ante Harvey Weinstein, que quería eliminar la escena de tortura al distribuirla con su empresa Miramax.
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Peter Biskind recrea en 'Sexo, mentiras y Hollywood' (ed. Anagrama) el primer pase con público de 'Pulp Fiction' en un cine de Portland antes de viajar a Cannes. Tarantino salió a presentarla y preguntó cuántos de los presentes habían visto 'Reservoir Dogs'. Levantó la mano un tercio de la sala. «Perfecto». Después preguntó cuántos habían visto 'Amor a quemarropa'. La mitad del público levantó la mano. «Genial». «Permitidme una última pregunta. ¿A cuántos os ha gustado 'Lo que queda del día'?». Un puñado de personas alzó la mano. Y Tarantino les gritó: «¡Fuera de aquí ahora mismo!».
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Sus múltiples infracciones del código de circulación provocaron que en el otoño de 1989 Tarantino pasara ocho noches en la cárcel del condado de Los Ángeles por impago de 7.000 dólares en multas. Fue una inyección de realidad para alguien que solo hablaba de cine y que acabó en la misma prisión donde estuvieron recluidos O. J. Simpson y Charles Manson. El director de 'Malditos bastardos' se tomó el encierro como una experiencia enriquecedora para futuras películas. Vestido con mono naranja y apresado con grilletes, durmió en una celda con otros veinticinco reclusos y echó mano de sus clases de arte dramático para parecer un tío duro. Fue entre rejas cuando empezó a darle vueltas a una historia que acabaría siendo el guion de 'Asesinos natos'.
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«Cuando voy en serio con una chica la llevo a ver 'Río Bravo'. Y más vale que le guste», sostiene Tarantino, que en su juventud no perdió demasiado tiempo con mujeres, dedicado como estaba en cuerpo y alma a devorar películas. Su primera novia de verdad fue Grace Lovelace, una profesora de Literatura de la Universidad de California. Ha salido con directoras como Allison Anders y Sofia Coppola, aunque su relación más mediática fue la que mantuvo con la actriz Mira Sorvino entre 1996 y 1998. «Cuando estoy haciendo una película, no estoy haciendo nada más», proclamaba. «Se trata de la película. No tengo esposa, no tengo niños. Nada puede interponerse en mi camino». Sin embargo, el año pasado se casó con la cantante y modelo israelí Daniella Pick, veinte años menor que él, que llegó a representar a su país en Eurovisión. En Cannes la señaló durante la rueda de prensa de 'Érase una vez en Hollywood' y la describió a los periodistas entre risas como «la mujer perfecta».
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Tras el éxito de 'Pulp Fiction', Tarantino se mudó de una apartamento cutre a una mansión de estilo español en Hollywood Hills, cerca de los estudios Universal. Todas las habitaciones están repletas de carteles, juguetes y maquetas de sus personajes. Atesora la navaja de la famosa escena de la oreja de 'Reservoir Dogs', una cabeza a tamaño natural de la actriz Barbara Steele, la diva del terror de 'serie B', unos pimientos que aparecían en 'La matanza de Texas' y, por supuesto, miles de películas en todos los formatos que devora por las noches. Fumador empedernido de marihuana, el año pasado fue noticia al sorprender a dos ladrones que habían entrado en su propiedad y que huyeron tras robar joyas y algunos objetos de valor.
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Tarantino le debe mucho a Harvey Weinstein y viceversa. El productor llamaba a Miramax «la casa que construyó Tarantino». El éxito planetario de 'Pulp Fiction' convirtió a la productora en la meca del cine independiente y el director consiguió tratos que nadie había conseguido antes, como jugosos porcentajes de la distribución en vídeo. Convertido en un apestado en Hollywood tras las acusaciones de abusos sexuales y de ser el origen del trascendental movimiento #MeToo, Weinstein ya no volverá a producir al autor de 'Los odiosos ocho', que ha confesado su vergüenza por callar ante el comportamiento del monstruo. «Sabía lo suficiente como para haber hecho más de lo que hice», confesó al 'New York Times' en 2017. «Había algo más que los tradicionales rumores y los chismes habituales. Ojalá hubiera asumido la responsabilidad de lo que había oído».
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