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Björn Andrésen, como Tadzio, en 'Muerte en Venecia'.

Muere Björn Andrésen, Tadzio en 'Muerte en Venecia'

El actor y músico sueco, fallecido a los 70 años, saltó a la fama al encarnar con 15 años al objeto de deseo del protagonista de una película que acabaría destrozando su vida

Iker Cortés

Madrid

Lunes, 27 de octubre 2025, 15:28

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El actor y músico Björn Andrésen, Tadzio en 'Muerte en Venecia' y a quien Luchino Visconti calificó como «el chico más bello del mundo», murió el pasado sábado a los 70 años de edad. Ha sido Kristian Petri, codirector de 'El chico más bello del mundo', el documental de 2021 que recogía su caída en desgracia y su lastimoso periplo vital después de saltar a la fama con tan solo 15 años, quien ha anunciado su fallecimiento al diario sueco 'Dagens Nyheter', aunque no se ha hecho pública la causa de su muerte.

«Camina, para, gírate y sonríe». Apenas cinco palabras utilizó Luchino Visconti para dirigir a Björn Andrésen, por entonces un chaval incapaz de adivinar que el Tadzio al que iba a dar vida en 'Muerte en Venecia', la película con la que el cineasta italiano adaptaba una novela corta de Thomas Mann, cambiaría su vida para siempre. Porque aquel adolescente rubio, de ojos grises, figura estilizada y con aspecto andrógino, iba a convertirse en el objeto de deseo del compositor Gustav von Aschenbach y, por ende, en todo un icono de belleza masculina y un mito adorado alrededor del mundo.

Dirigido por los suecos Kristina Lindström y Kristian Petri, 'El chico más bello del mundo' desvelaba a sus entonces 66 años cómo toda aquella atención exagerada acabó pasándole factura y cómo durante todos estos años había tenido que lidiar con sus demonios interiores y con diversas desgracias que sacudieron su vida.

Arrancaba el largometraje con la prueba a la que el joven, cuya mayor ambición era ser músico, se presentó en 1970, azuzado por su manipuladora abuela. El director, abiertamente gay, había viajado por Hungría, Polonia, Finlandia y Rusia tratando de dar con el rostro que buscaba para la película. Sin éxito, recaló en Estocolmo. Y cuenta la directora del casting que cuando el chaval entró por la puerta, «todo el cuerpo de Visconti se activó». No lo vemos porque la cámara solo tiene ojos para un quinceañero tímido, al que le hacen desfilar y sonreír, y cuyo rostro muestra perplejidad cuando le piden que se quite la camiseta. No dejaron ni un milímetro de su piel sin fotografiar y el cineasta, que acuñó pronto la etiqueta de 'el chico más bello del mundo', hace mofa de ello en las ruedas de prensa.

Una imagen de Björn Andrésen, en 'El chico más bello del mundo'.

La secuencia incomoda, pero solo cuando uno veía en qué situación vivía entonces Björn Andrésen, alcanza a ver las consecuencias de toda aquella sobreexposición. De larga melena gris y copiosa barba, Andrésen vivía en un apartamento en Estocolmo que parecía el último refugio de un indigente. La cocina supuraba grasa y su novia Jessica se afana en limpiar hasta el último rincón, consciente de que los vecinos y la casera han puesto el grito en el cielo. «No merecía vivir como un hombre», se lamenta el actor, que recientemente apareció en la exquisita 'Midsommar', de Ari Aster.

Nadie podía mirar a Tadzio a los ojos

Con unas imágenes de archivo reveladoras -las filmó la propia abuela de Andrésen, que acompañó al actor durante el rodaje con una Super 8 e incluso tuvo un pequeño papel delante de las cámaras-, el documental desgrana cómo fue un rodaje en el que Visconti se aseguró de que todo el equipo fuera gay y prohibió que «nadie mirara a Tadzio a los ojos».

Cuando se estrenó en Cannes, recordaba Andrésen, «comenzó el circo». Tenía 16 años y a su alrededor pululaba «un enjambre de murciélagos, me admiraban, me absorbían y eso no puede ser una buena base para tu autoestima», se sinceraba. Con la película ya acabada, lo llevaron a un club gay y aquello le pareció el infierno. «Estaba todo lleno de miradas viciosas, sentía que me hacían mamadas con la mente. Bebí todo lo que cayó en mis manos solo para acallarlo y no recuerdo cómo llegué a casa».

El documental llevaba a su protagonista a Japón, donde tuvo una fugaz carrera como artista pop en japonés, además de servir de inspiración a artistas de manga como Riyoko Ikeda. Pero también ahonda en la complicada relación con su hija, la desaparición de su madre o cómo lidió con la muerte de su propio hijo, en una noche de excesos.

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