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A Margarethe von Trotta (Berlín, 1942) le cambió la vida ver con 18 años en París 'El séptimo sello' de Bergman. Aquel día entendió las posibilidades del cine y decidió que sería directora, algo que tardaría veinte años en conseguir. Hija del pintor Alfred Roloff y de la aristócrata Elisabeth von Trotta, quienes mantuvieron escondida a otra hija a la que la cineasta solo conoció de adulta, sus comienzos como actriz a las órdenes de los pesos pesados del Nuevo cine alemán –Fassbinder, Herzog, Wender y Schlöndorff, su segundo marido– dieron paso a una filmografía como directora que supera los veinte títulos.
La autora de 'El honor perdido de Katharina Blum', 'El segundo despertar de Christa Klages', 'Locura de mujer', 'Rosa Luxemburg', 'Soy la otra' y 'Hannah Arendt' recibirá este viernes 12 de noviembre el Mikeldi de Honor de Zinebi de manos del alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto. Al día siguiente protagonizará una sesión especial en el Museo de Bellas Artes con la proyección de 'Las hermanas alemanas', una cinta por la que obtuvo el León de Oro en Venecia en 1981, siendo una de las cinco mujeres en lograrlo (las otras cuatro son Agnès Varda, Mira Nair, Sofia Coppola y Chloé Zhao). Después contestará a las preguntas del público y charlará con la directora navarra Helena Taberna.
A sus 79 años, Von Trotta es una mujer risueña y encantadora, que acepta su condición de icono feminista. «Me encanta ver que la directora de este festival es una mujer», piropea a Vanesa Fernández, al tiempo en que confía que llegará el día «en que no hablemos de una mujer directora, sino de director sin más». En marzo arrancará el rodaje de una cinta sobre la historia de amor de la poetisa Ingeborg Bachmann y el escritor Max Frisch. En su relación ve ecos de la que ella mantuvo con Volker Schlöndorff. «Todavía sigo buscando a alguien que me proteja, pero que me deje ser creativa y libre al mismo tiempo», se sincera. Von Trotta ha llevado al cine las vidas de Rosa Luxemburgo, Hannah Arendt y Hildegard Von Bingen. En Alemania le suelen preguntar si haría lo propio con Angela Merkel. «Tendría que esperar a que estuviera muerta para sentirme libre y añadir mi mirada. Y ella es más joven que yo», ironiza. «En Alemania a Merkel la llaman 'mami', algo que no ha sucedido con Kohl o Schmidt. ¿Ves? Se trata diferente a las mujeres que a los hombres».
–Asegura que una máxima de Bertolt Brecht ha guiado su vida: «Mejor hacer una mierda que no hacer nada».
–Yo hablaría mejor de dos frases que me marcaron antes de ser cineasta y me infundaron valor, la idea de que quizás podría llegar a ser directora. Esa que mencionas y otra cita de Goethe, nuestro gran poeta: «El deseo siempre es anterior a la capacidad».
–El pasado en su cine es crucial, en especial la historia de su país, Alemania.
–Pertenezco a una generación de alemanes a la que no se le enseñó en las aulas su historia reciente. El nazismo, Hitler... No estudiamos nada de eso, hubo un silencio total sobre ese pasado. Ni nuestros padres ni nuestros profesores nos contaron nada al respecto. Empezamos a entenderlo en los años 60, cuando se sucedieron las revueltas estudiantiles. Fue un shock cuando supimos de los crímenes de Alemania durante el nazismo. Yo quería saberlo todo sobre Alemania, no solo en la época de Hitler sino los años anteriores. 'Rosa Luxemburgo' habla por ejemplo de la República de Weimar.
–¿Sigue siendo necesario recordar ese pasado, ahora que resurgen los partidos de ultraderecha en toda Europa?
–Sí, pero quizás ya no me toca a mí recordarlo, sino a las jóvenes generaciones. Es terrible ver el regreso del nacionalsocialismo, me asusta y me hace sentirme furiosa, es como si las semillas que estaban enterradas volvieran a brotar. Parece que la gente no ha entendido cómo fue ese pasado y que no podemos volver a él. En Francia y en otros países ha surgido una nueva forma de nacionalismo que cada vez adquiere más fuerza. Pero en nuestro país es especial, más preocupante, porque cometimos todos esos crímenes en el pasado.
–¿Se considera pionera del cine feminista? ¿Está de acuerdo con esa propia definición de cine feminista?
–Al principio estaba bien y la aceptaba, porque estábamos muy pocas directoras y teníamos que luchar por sacar adelante nuestras películas. Pero si ves mi obra va más allá de hablar de feminismo. Cuando empecé a dirigir, mis ídolos, mis referencias, eran hombres: Bergman, Hitchcock... Había una directora en Francia, Agnès Varda. Y Liliana Cavani en Italia. Incluso en Alemania no era fácil ver sus películas. Ahora en cambio hay muchas mujeres directoras, las generaciones jóvenes pueden mirarnos a nosotras como ejemplo.
–En su próxima película, usted se fijará en la poetisa Ingeborg Bachmann.
–A finales de los años 50, las mujeres buscaban a un hombre para que las protegiera y mantuviera. Bachmann fue una adelantada a su tiempo, algo excepcional. Como mujer, yo puedo identificarme hoy con ella. Piensa que todavía en los años 70, en Alemania una mujer tenía que pedirle permiso a su marido para trabajar fuera de casa y tener una cuenta en el banco. Y eso duró hasta 1977. Hoy parece increíble.
–En su cine también está presente el sueño de una Europa unida, que se está resquebrajando.
–Para mí ha sido muy importante la idea de una Europa unida. Cuando era joven, antes de mi primer matrimonio, era apátrida, solo pude ser ciudadana alemana cuando me casé. Entiéndeme, yo le quería y esas cosas, pero era una librepensadora y podía vivir sin estar casada. Lo hice sobre todo para obtener la nacionalidad alemana y poder viajar con libertad a Francia e Italia, sin necesidad de necesitar recomendaciones y obtener visados. Cuando surgió la Unión Europea me sentí realizada, fue un gran logro. Ahora me enfada mucho comprobar cómo tantos paises quieren irse y volver al nacionalismo. No puedo entender lo de Inglaterra ni el auge de estos partidos nacionalistas.
–¿Qué le ha dado el cine?
–La vida, el cine se ha convertido en mi vida. Con dieciocho años vi en París mi primera película de Bergman. Antes había ido a la ópera, al teatro, a exposiciones, porque el cine en Alemania en aquella época, los años 50, era solo un puro entretenimiento, no era arte. Y entonces ví 'El séptimo sello' y, aahh, entendí todo lo que el cine podía ser. En ese preciso instante supe que quería ser directora. Necesité veinte años para serlo. El cine se convirtió, verdaderamente, en mi vida.
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