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El Hostal Sil de la calle Fuencarral le trae buenos recuerdos a Jorge Guerricaechevarría (Avilés, 1965). Allí recalaba a comienzos de los 90 junto a su compañero de colegio Álex de la Iglesia cuando llegaban a Madrid en el Alsa. «La pensión de 'El día de la Bestia' le debe mucho al Sil», confiesa. «La mujer gallega que la llevaba no era como Terele Pávez, pero durante un tiempo estuvo en obras como en la película y tenías que ir a la habitación sorteando obreros. Eran los años del comienzo, llegábamos a Madrid y teníamos una visión de la ciudad que se plasmó en 'El día de la Bestia'. Los madrileños miran al suelo para no caerse, pero nosotros nos fijábamos en el cielo, en las estatuas de los edificios de la Gran Vía y el neón de Schweppes».
Los dos amigos llevaban el guion de un corto para enseñárselo a Pedro Almodóvar, que sugirió convertir 'Piratas del espacio' en un largometraje que cambió muchas cosas en el cine español: 'Acción mutante'. Guerricaechevarría sigue escribiendo las películas y series de Álex de la Iglesia, pero también le ha sido infiel con directores como Daniel Monzón y Daniel Calparsoro. Poseedor de dos Goyas por su trabajo en 'Celda 211' y 'Las leyes de la frontera', el guionista afincado en Vitoria charlará esta tarde en el Festival Ja! con Diego San José, coautor de '8 apellidos vascos' y 'Fe de etarras' junto a Borja Cobeaga.
–¿Escribir algo gracioso es más fácil a cuatro manos?
–Cuando escribes con alguien tienes un frontón, compruebas la reacción inmediata a lo que propones. Además, surgen más cosas porque tienes la necesidad de entretener al otro, de mantener su atención. Hay intercambio de ideas y es más fácil que surja la chispa. Es necesaria tener una confianza muy grande y total sinceridad, no puedes trabajar si tienes que tener cuidado de no ofender. Y si algo funciona, confiamos en que haya un grupo suficiente de personas en el mundo que les haga sentir igual.
–¿Y cuando escribe junto al director se siente en desventaja? A lo mejor él tiene la última palabra.
–No siento esa sensación de estar supeditado. Si a ti algo te parece increíble y al director no, tienes que tener en cuenta que él lo va a convertir en imágenes.
–¿Escribir comedia es más difícil que otros géneros?
–Yo creo que sí. En un drama las herramientas están ahí, pero el humor es algo tan intangible y que cambia tanto de unas personas a otras... Yo no he hecho comedias puras. El humor es importante en mis historias, a veces lo he tenido que defender delante de los productores. Porque la vida es así, las situaciones ridículas nos suceden en los momentos más inesperados. En 'Celda 211' me decían que los presos tenían demasiado humor. Es que una cárcel es así, la gente tiene chispa y se le ocurren cosas.
–¿Hoy se corta más a la hora de escribir comedia? ¿Tiene más condicionantes?
–No puedes evitar que te condicione el ambiente cultural en el que vives. Y también hay condicionantes comerciales. Pienso mucho en el cine de los 70, en 'Taxi Driver' y 'Grupo salvaje', que hoy no se podrían hacer. No por un tema cultural, sino industrial. Cómo convences a una plataforma o a una televisión privada de que algo así puede enganchar a la audiencia. Echo de menos esa libertad temática. En el humor siempre tienes que moverte en ese filo entre lo correcto y lo incorrecto, la comedia tiene que ser esa paradoja.
–'Acción mutante' en principio iba a ser un corto, 'Piratas del espacio'.
–Después de 'Mirindas asesinas' queríamos hacer un corto más caro. Una amiga nos sugirió que se lo enviásemos a El Deseo, porque solo recibían guiones con copias de las películas de Almodóvar. Yo en aquel tiempo estaba haciendo el doctorado en Historia Medieval en Madrid y en los veranos trabajaba de guía turístico por Europa, enseñando países que no conocía.
–¿Tenía el sueño de poder dedicarse al cine?
– No. El cine siempre me había gustado mucho. Álex y yo en nuestras vacaciones nos íbamos al Festival de San Sebastián. Dormíamos en sacos en el suelo de un piso vacío que nos dejaba un amigo. Para mí eran las vacaciones soñadas. Pero no tenía la vocación de dedicarme a ello, Álex me arrastró. Hicimos una proyección de 'Mirindas asesinas' en una nave industrial de Deusto. Nos inventamos un festival de cortos de 16 mm. en blanco y negro sobre bebidas refrescantes, al que solo se pudo presentar nuestra película. Hasta diseñamos el poster y el premio. Ver la reacción de la gente aquel día riéndose me hizo pensar que aquello era lo que quería hacer.
–¿Qué recuerda del rodaje de 'Mirindas asesinas'?
–Hice la producción junto a la hermana de Álex, Mati. Nos hicimos pasar por una compañía de teatro y actuamos en una fiesta de la consultora Arthur Andersen en el hotel Villa de Bilbao. Necesitábamos 100.000 pesetas para comprar una ametralladora de juguete y pagar la película y las comidas. Recuerdo mucho la generosidad de Álex Angulo, al que sometimos a todo tipo de perrerías. En un plano se percibe que bajo la gabardina lleva un traje de zaragozana. Álex no preguntó nada, conocía mucho mejor que nosotros el teatro del absurdo. Al acabar el rodaje se quedó a recoger.
–¿Sigue siendo amigo de Álex de la Iglesia?
– Sí, ja, ja. Más que amigos somos ya como hermanos. Es alguien que está en mi vida siempre. No llevo la cuenta de las veces que hemos trabajado juntos.
–El ritmo de trabajo de Álex de la Iglesia es brutal, encadena un rodaje con otro.
– lex es muy feliz rodando. Y escribiendo también, cuando nos encerramos durante meses en una habitación. A veces un proyecto se estanca, y cuando ve la luz nunca dices que no y aprovechas la racha. Además, ha montado una productora y tiene que sacarla adelante.
humor
futuro de los cines
–¿Por qué usted nunca se ha animado a dirigir?
– Parece que cuando no quieres dirigir es cuando más ofertas te hacen. Yo he tenido muchas desde hace mucho tiempo. Pero nunca he tenido esa vocación. Mi experiencia en rodajes y las cualidades necesarias para ser director hacen que no me apetezca. Además, he tenido suerte con los directores y nunca he pensado 'para que haga esto con mi historia me arremango yo'.
–¿Quién le ha hecho reír más en un cine?
–Hay risas muy distintas. Woody Allen me ha hecho reír muchísimo. Y Louis de Funès cuando era niño, Rafael Azcona, el mundo anárquico y surrealista de los hermanos Marx, menos cuando tocaban el arpa...
–¿Esto de ir al cine se está acabando?
–Confío en que no. Pero lo que me llega de los exhibidores no es nada optimista. Han pasado por otras crisis y siempre han tenido el ánimo de superación. Ahora no entienden por qué las salas no terminan de recuperarse, es como si se hubiera perdido el hábito, sobre todo entre el público de más edad, que era muy fiel y no termina de volver. Las recaudaciones lo demuestran, solo funcionan las películas evento de superhéroes. Yo creo que no nos vamos a quedar donde estamos ahora y los cines se recuperarán.
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