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Luke Skywalker (Mark Hamill), la princesa Leia Organa (Carrie Fisher) y Han Solo (Harrison Ford).
'La guerra de las galaxias': La película que lo cambió todo

'La guerra de las galaxias': La película que lo cambió todo

George Lucas anticipó en 1977 el cine de entretenimiento actual y transformó sus estrategias de comercialización | 'Star Wars: El ascenso de Skywalker' cierra, de momento, la saga multimillonaria

Martes, 17 de diciembre 2019

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A George Lucas (Modesto, California, 1944) se le ha llamado el discípulo aventajado de Walt Disney; al igual que el mago de Burbank, el autor de 'THX 1138' tiene el don cinematográfico del montaje, el genio de combinar con destreza secuencias y banda sonora. También a semejanza de Disney, las inversiones económicas y artísticas de Lucas en tecnología han determinado no solo la forma en que se presentan y venden las películas, sino también su contenido. Su jugada maestra fue conseguir de la Fox los derechos sobre posteriores entregas y la propiedad del 'merchandising': libros, cómics, muñecos, videojuegos, camisetas... Hasta entonces, solo Disney había sabido aprovechar la rentabilidad de comercializar juguetes basados en personajes de sus películas.

George Lucas creció en un pueblo no muy diferente al que mostró en 'American Graffiti'. Antes de marcharse a la universidad, solo había salido de allí para visitar Disneylandia. El padre, republicano inflexible, tenía una tienda de artículos de oficina. Al pequeño George, que no iba muy bien en la escuela, le rapaban todos los veranos la cabeza en un campamento infantil de la Marina. Cuando Lucas dijo que se iba a estudiar cine a la Universidad del Sur de California (USC), el padre amenazó: «Volverás dentro de poco». El futuro director respondió: «No pienso volver nunca. Voy a ser millonario antes de los treinta».

Su ópera prima, 'THX 1138', desarrollaba un premiado corto suyo de ciencia-ficción que pudo convertir en largo gracias a Francis Ford Coppola, de quien fue ayudante y que se convirtió en una figura paterna. El pelotazo lo dio en 1973 con 'American Graffiti', una nostálgica revisitación de sus años de adolescencia y juventud en Modesto, cuando casi perdió la vida en un accidente de tráfico al estrellar su Fiat Bianchina contra un árbol. 'American Graffiti' era un musical en el que los protagonistas no cantaban ni bailaban, una noche cualquiera en 1962 en la América de los 'drive-in', con una banda sonora de temas de los 50 que se convirtió en un éxito de ventas.

Su siguiente proyecto estaba llamado a ser 'Apocalypse Now', que había concebido en sus años de estudiante junto a Coppola y John Milius. Sin embargo, el proyecto acabó en manos del director de 'El padrino' y Lucas optó por encerrarse en su casa de San Anselmo a escribir el guion de «una fantasía en la tradición de Buck Rogers y Flash Gordon, una combinación de '2001' y James Bond». Una fotografía de Serguéi Eisenstein le contemplaba desde la pared y una gramola Wurlitzer atronaba mientras trabajaba. Se cortaba mechoncitos de pelo con unas tijeras y los arrojaba a la papelera junto a las hojas hechas una pelota.

El rodaje de 'La guerra de las galaxias' arrancó en los estudios Elstree de Londres el 25 de marzo de 1976. Lucas quería estar lejos del estudio y ahorrar costes, pero los problemas llegaron igual. La filmación en Túnez fue una pesadilla por las tormentas de arena y los técnicos británicos no respetaban a aquel hosco barbudo, vestido siempre con tejanos. «George, tú puedes escribir esta mierda si quieres, pero te aseguro que decirla es imposible», le soltó Harrison Ford en una ocasión. La Fox incluso retiró el tráiler y optó por anunciarlo en cadenas universitarias y televisión por cable. Aunque nos parezca increíble, 'Star Wars' no gozó de grandes montajes publicitarios (hoy tampoco, porque la publicidad la hacen gratis los fans). Fue el primer largometraje que se exhibió en el sistema Dolby de cuatro pistas y obligó a las salas a modernizar sus equipos de sonido.

George Lucas y Mark Hamill en el rodaje de 'La guerra de las galaxias' en 1977. Un caza X-Wing y los robots C-3PO y R2-D2.
Imagen principal - George Lucas y Mark Hamill en el rodaje de 'La guerra de las galaxias' en 1977. Un caza X-Wing y los robots C-3PO y R2-D2.
Imagen secundaria 1 - George Lucas y Mark Hamill en el rodaje de 'La guerra de las galaxias' en 1977. Un caza X-Wing y los robots C-3PO y R2-D2.
Imagen secundaria 2 - George Lucas y Mark Hamill en el rodaje de 'La guerra de las galaxias' en 1977. Un caza X-Wing y los robots C-3PO y R2-D2.

La imagen inicial, la diminuta nave de la princesa Leia perseguida por un imponente, inacabable destructor imperial, puso los pelos de punta a una América en transición de Ford a Carter, sacudida por la secuelas aún no superadas de Vietnam y el Watergate, que necesitaba evasión. George Lucas había aprendido la lección de 'Tiburón', el primer rompetaquillas veraniego: los niños y los jóvenes seguirían yendo a ver películas sin estrellas en su reparto. Cuando terminó el agotador rodaje de 'La guerra de las galaxias', Lucas tenía 32 años y supo que no quería volver a dirigir.

Entendió, al igual que Disney, que la comercialización de las películas era un objetivo y una forma de reforzar una marca. Invirtió en la creación de una estructura tecnológica independiente –Industrial Light & Magic–, a la que debemos desde los dinosaurios de 'Parque Jurásico' a las criaturas animadas de Pixar. Lucas anticipó el moderno cine de evasión y cambió sus estrategias de venta. Concibió 'Star Wars' desde el inicio como tres trilogías y rompió la barrera entre el cine para niños y para adultos. Se aseguró el control total de su obra... hasta que el 30 de octubre de 2012 recibió una oferta que no pudo rechazar y vendió Lucasfilm a Disney por 4.050 millones de dólares, una minucia recuperada enseguida por la casa de Mickey Mouse, que explota la franquicia de todas las formas posibles.

«Cuando empecé me jodieron», dijo el cineasta al negociar su porcentaje de beneficios con 'El Imperio contraataca', el mejor título de la serie (un 77%, sin precedentes en la historia de los estudios). «Ahora estoy en condiciones de darles por el culo a ellos». 42 años después, la fascinación por el universo espacial creado por Lucas se ha transmitido de generación en generación. El gran secreto de 'La guerra de las galaxias' fue su elementalidad, no había nada ambiguo, ni dobles lecturas ni mensajes soterrados ni erotismo. Solo el Bien en lucha contra el Mal. Lucas quiso evocar con nostalgia los filmes de su infancia, la 'space opera', la epopeya de las peripecias estelares de la literatura popular y los viejos seriales. Ideó la aventura de un adolescente rey Arturo (Luke Skywalker), que parte al rescate de una princesa cautiva (Leia Organa) gracias al holograma introducido en un robot (R2-D2) para alertar a un mago Merlín (Obi-Wan Kenobi).

Medio siglo de cine americano de acción y aventuras condensado en un moderno, involuntario Frankenstein, que en cada secuela ha ido derivando los personajes en estereotipos que después pueden convertirse fácilmente en juguetes. Las secuencias de acción se ruedan con la vista puesta en juegos para videoconsolas. ¿Es culpable 'La guerra de las galaxias' de la infantilización del cine de entretenimiento? ¿Barrió con la esperanza de un cine adulto que en los 70 brilló en Hollywood gracias a compañeros de generación de Lucas como Coppola, Scorsese y compañía?

«Cuando estaba en la USC, la gente corría a ver 'Blow-Up', no iba al cine a sentir las emociones de un parque de atracciones barato», lamentó John Milius. «'La guerra de las galaxias' barrió con todo. Se parece a lo que hizo McDonald's cuando se consolidó: la gente olvidó el sabor de la buena comida», abominó William Friedkin. Por su parte, George Lucas se defendió: «'Star Wars' no mató a la industria del cine ni la infantilizó. Las películas para comer palomitas siempre han dominado. ¿Por qué ha de ser tan estúpido el público de verlas si no son buenas? Yo simplemente comprendí qué es lo que quería ver la gente».

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