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Penélope Cruz, en un fotograma de 'En los márgenes'.
Crítica de 'En los márgenes' | Un angustioso retrato de los desahucios

Crítica de 'En los márgenes' | Un angustioso retrato de los desahucios

La cinta de Juan Diego Botto conmueve y desarma merced a unas interpretaciones rotundas y a un ritmo que falla en pocas ocasiones

Iker Cortés

Madrid

Viernes, 7 de octubre 2022, 02:56

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Hay un momento de 'En los márgenes' en los que la cinta se convierte en una suerte de documental. Juan Diego Botto se cuela con su cámara en una asamblea de la Plataforma de Afectadas por la Hipoteca (PAH) simulada. Sus participantes, sin embargo, sí forman parte de este grupo de personas a las que los bancos han reclamado sus viviendas. Y van contando, uno a uno, de forma descarnada, en qué fase se encuentra su caso. Es el único momento en el que el actor, debutante tras la cámara, se permite mezclar ficción y realidad en una película que, por otro lado, tiene mucho de verdad.

La de Botto no es una única historia. Son tres, que se desarrollan en poco más de 24 horas. No son, precisamente, fáciles de contar, pero Botto, coguionista junto a la periodista Olga Rodríguez, las ha entrelazado de forma coherente, con un ritmo encomiable, que se adapta sin grandes fricciones a cada arco argumental. Deudor del cine social de Ken Loach, la película arranca con una primera secuencia de las que sobrecoge. Una madre inmigrante debe dejar a su hija sola en casa para irse a trabajar. Mientras la pequeña se prepara el desayuno, una pareja de policías llama a la puerta insistentemente. Cuando la pequeña abre, los agentes piensan que ha sido abandonada y la llevan a rastras a asuntos sociales. La actuación de la niña es de las que conmueven. Rafa, un abogado implicado en todo tipo de causas sociales al que da vida un rotundo Luis Tosar, ve la situación aunque no llega a tiempo de pararla. A partir de ahí removerá Roma con Santiago para tratar de dar con la madre.

Es el punto de partida a partir del cual Botto genera drama, una tensión cercana al thriller y angustia en una trama en la que, de forma inteligente, se tocan otros temas como los sacrificios que deben hacer estos héroes anónimos para ayudar a los demas y trata también de desactivar los prejuicios y el cinismo con el que los espectadores nos acercamos a estas realidades a menudo poco conocidas. La clave, en este sentido, está en la figura del hijastro de Rafa, un joven aún en el instituto, sin las cosas muy claras, que poco a poco irá reconstruyéndose a partir del mundo que Rafa le va mostrando.

Al mismo nivel se mueve el arco argumental que coloca a Penélope Cruz como Azucena, una madre, empleada de un supermercado, al borde del abismo: en 24 horas van a echar a su familia de su casa. Cruz desarma y arriesga a partes iguales, con una interpretación contenida, que explota solo cuando tiene que hacerlo -ese plano secuencia que recoge la violenta discusión con su pareja, al que da vida Botto, es demoledor-. Por el camino, el realizador se detiene en mostrar todas las redes de solidaridad que se han puesto en marcha allí donde no llega el Estado: desde las colas del hambre, hasta las asambleas de la Pah, con sus movilizaciones frente a los bancos y el apoyo a las familias en estas situaciones angustiosas. Traza, además, una reflexión acerca de cómo hombres y mujeres afrontan la precariedad y la pobreza.

Sí se resiente algo más la cinta con la tercera de las historias, en las que elabora un discurso en torno a la incomunicación y la soledad de una persona mayor, encarnada por Adelfa Calvo, en pleno proceso de desahucio porque avaló un negoció a su hijo, un trabajador de la construcción, que ni siquiera le coge el teléfono por vergüenza. Su desenlace tiene algo de trampa y resulta un poco precipitado.

Con estas historias, está claro que Botto se posiciona y toma partido. ¿Cómo no hacerlo? Bien es verdad, que a veces puede pecar de maniquea -el diálogo de Azucena con su encargado en el Supermercado, hablando de turnos a 24 horas del desahucio, resulta inverosímil-, pero el actor asegura que han tenido que rebajar la crueldad y la dureza de las historias porque algunas resultarían increíbles. Más allá del fuerte componente ideológico, la cinta funciona estupendamente. Habrá que seguir los pasos de este director.

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