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Treinta años después de que Fernando Colomo firmara 'Bajarse al moro' a partir de la obra teatral de José Luis Alonso de Santos, el director vuelve a mezclar comedia y narcotráfico en 'Antes de la quema'. Premio del Público en el Festival de Málaga, donde obtuvo asimismo la Biznaga de Plata a la mejor actriz de reparto para Maggie Civantos, el filme es un canto de amor a Cádiz y sus gentes a partir de una intriga protagonizada por un buscavidas que solo quiere sobrevivir (Salva Reina).
«Hay gente en Cádiz que se cree que cotizar es un whisky», cuenta nuestro antihéroe en un vídeo de YouTube donde explicará la peripecia que ha vivido en una ciudad «donde te buscas la vida o la vida te come». Integrante de una chirigota, hijo de una madre con alzhéimer y con una hermana en prisión, este pícaro acaba trabajando en el depósito de droga más grande de Andalucía. Su perdición adoptará la forma del Tuti, un narcotraficante fiestero pero implacable, que planea dar el palo del año y hacerse con los alijos antes de que sean incinerados (Joaquín Núñez, Goya al mejor actor revelación por 'Grupo 7').
'Antes de la quema' es una cinta hablada en andaluz, como debe ser, salpicada de canciones de Antonio Carmona y donde también se escuchan las coplas satíricas que las chirigotas cantan en el teatro Falla. Ese ánimo casi documental de mostrar la vida en Cádiz durante el Carnaval funciona bastante mejor que la intriga criminal, que se demora bastante y no termina de atrapar. Los diálogos intentan atrapar el gracejo local y a veces lo consiguen, como en ese «hacer un Dioni» que expresa uno de los conductores del furgón con la droga o la disertación a cuenta de la reivindicación del onanismo que, según el protagonista, alberga la canción de Loquillo 'Cadillac solitario'.
Junto al carismático Salva Reina destacan Maggie Civantos en su papel de choni, Manuel Manquiña como un narco gallego y Joaquín Núñez, algo así como un Pablo Escobar con las maneras de Jesús Gil. A sus 73 años, tras superar enfermedades, divorcios y ruinas económicas, Fernando Colomo sigue demostrando su ojo para atrapar ambientes y tipos humanos, como demostró en la reciente 'La tribu', protagonizada por un grupo de mujeres que bailaba en un gimnasio de barrio. Su mirada hacia una ciudad donde la supervivencia diaria convive con el hedonismo no esconde una sátira social plena de pintoresquismo y cariño hacia los personajes.
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