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Un fotograma de 'Da 5 Bloods: hermanos de sangre'.
'Da 5 Bloods: hermanos de sangre', Spike Lee dispara sin balas

'Da 5 Bloods: hermanos de sangre', Spike Lee dispara sin balas

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La última película de Spike Lee insiste en las obsesiones del cineasta, pero el discurso de denuncia se decanta esta vez por mostrar las heridas y no morder la mano

Lunes, 15 de junio 2020

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Se estrena en un momento oportuno, que no oportunista, por pura casualidad, la última apuesta de Spike Lee, probablemente su producción más ambiciosa. Apadrinada por Netflix, 'Da 5 Bloods: Hermanos de sangre', se cuela en los hits de la popular plataforma en plena oleada de protestas en EE UU por el asesinato de George Floyd. El movimiento Black Lives Matter suena atronador y está presente en la nueva obra del responsable de 'Fiebre salvaje', cuya ideología ha mutado desde la combativa 'Haz lo que debas', donde el evidente activismo del cineasta se identificaba con los cánticos de Public Enemy y la rabia contra la máquina. La violencia se ha tornado pacifismo, de Malcolm X a Martin Luther King, en la ecléctica filmografía de un realizador prolífico que ha dado bandazos tras la cámara pero no ha tirado jamás la toalla. El lanzamiento de su último filme coincide también con la polémica de sus declaraciones en defensa de Woody Allen, de las que se ha retractado públicamente en su perfil de Twitter. Quizás la moderación la otorga la edad, pero si antes Lee no tenía pelos en la lengua, y solía identificarse con el inconformismo a través de sus creaciones, léase 'joints', ahora se piensa más cómo lanzar la piedra. Es más, si se le escapa alguna, no tarda en disculparse.

Un fotograma de la película.
Un fotograma de la película.

'Da 5 Bloods: Hermanos de sangre' comienza con imágenes de archivo, con unas declaraciones profundas del genio Muhammad Ali y una cita inevitable a Nixon. Carga desde su inicio contra la guerra del Vietnam, aprovechando la coyuntura para reivindicar algunas figuras esenciales de la cultura negra que han resultado vitales en la historia de EE UU. «Luchamos por una guerra inmoral que no era la nuestra», subraya a cámara uno de los protagonistas del filme avanzada la acción. El porcentaje de afroamericanos que participaron en el conflicto bélico fue desproporcionado, un 32%, triplicando prácticamente la estadística por población de un país forjado a base de violencia, como bien han señalado películas recientes como la reivindicable 'Los odiosos 8', de Tarantino, y tantos otros westerns. Lo último de Lee no va por ahí, no transita por la misma senda, evita la penumbra y titubea ante las posibles sombras grises. Situándose en el presente, denuncia la explotación de las minorías con cierto complejo de inferioridad, al que se enfrenta a base de datos históricos y homenajes a personalidades de peso, incluyendo fotos y datos biográficos que intercala puntualmente. Cuatro veteranos de Vietnam (Delroy Lindo, Clarke Peters, Isiah Whitlock, Jr. y Norm Lewis) deciden regresar a la cuna de sus traumas para recuperar los restos de un compañero caído en combate -un icónico Chadwick Boseman-, y un tesoro enterrado, robado en su día al enemigo. A pesar del paso del tiempo, la pesadilla sigue ahí. Los demonios internos fluyen. La guerra nunca termina, sigue en las mentes.

Los hermanos de armas llegan a Vietnam como turistas. Con cócteles exóticos en la mano se mueven en una discoteca donde el DJ le da a los platos frente a un cartel de 'Apocalipsis Now'. Al salir de la sala, vemos un enorme McDonald's y otras franquicias mientras los viriles personajes, sinónimo de camaradería, hablan de la falsedad de las pelis de Rambo. La agudeza de estas imágenes simbólicas chocan con el desarrollo tosco de una producción que dura más de la cuenta, un mal inherente al cine comercial actual. 154 minutos necesita Lee para explayarse, perdiendo carga emotiva por el camino, aunque su exposición acabe en alto, dado el momento actual, al coronar su mensaje con un guiño real a Martin Luther King y Black Lives Matter. La rabia ante las injusticias vuelve como un boomerang contra las propias víctimas, viene a decir un domesticado Spike que protesta asomando la cabeza desde su Caballo de Troya en plena era de la posverdad. Una gorrita de Trump, con el lema 'Make America Great Again', es el único atisbo de crítica referencial en el último tramo de 'Da 5 Bloods: Hermanos de sangre', que recuerda en su espíritu a 'La última bandera', propuesta más amarga, a cargo del sugestivo Richard Linklater estrenada en 2017.

El otrora enfant terrible Spike, cuya imaginería visual daba de qué hablar en sus comienzos, se pierde esta vez con algunas decisiones creativas. Juega con el formato 4:3 cuando tocan los flash-backs bélicos, decantándose por un look vintage forzado que abusa de las texturas en postproducción. Hay poca fuerza en las escenas de combate y se contradice al esgrimir una estética retro en su superficie mientras rueda planos con drones. Tampoco ayuda que los actores sean los mismos en el pasado y en el presente, una idea interesante que, sin embargo, no termina de funcionar a la hora de empatizar de lleno con los roles principales. A mitad de película acelera su predisposición al drama, hay un cambio de tono desubicado y rompe la cuarta pared con un personaje, el más problemático y traumatizado, que habla a cámara soltando una retahíla de esloganes que, en su deseo de reforzar el recado político, lo desgasta. 'Da 5 Bloods: Hermanos de sangre' alza la voz contra el racismo dentro de la maquinaria de Hollywood y aprovecha bien su conexión con la realidad, pero no atenta de frente contra el sistema y el concepto de patria. Dispara sin balas, aunque apuntala su identidad.

Vídeo. El tráiler de la película.

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