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Alice Waddington debuta en el largo con 'Paradise Hills'. Getty
Alice Waddington: «Las películas fueron mi refugio cuando sufrí 'bullying'»

Alice Waddington: «Las películas fueron mi refugio cuando sufrí 'bullying'»

La directora bilbaína estrena este viernes, tras pasar por Sundance y Sitges 'Paradise Hills', un filme de ciencia ficción con estrellas de Hollywood en el que sus protagonistas femeninas se rebelan contra su destino

Martes, 8 de octubre 2019

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A los seis años quedó fascinada por 'Metrópolis'. A los 16, ya sostenía la claqueta en rodajes de películas. A esa edad, Irene (nunca ha revelado su apellido real) decidió adoptar el nombre artístico de Alice Waddington, tomado del seudónimo que utilizaba un ser querido. Estilista, escenógrafa, fotógrafa, modelo, DJ y creativa publicitaria, esta bilbaína hija de una psicóloga catalana y un profesor gallego que se conocieron en el cineclub de la universidad debuta a los 29 años en el largo con 'Paradise Hills'.

Seleccionado entre más de 4.000 títulos para el festival de Sundance y programado estos días en Sitges, 'Paradise Hills' es una fábula de estética retrofuturista que transcurre en un lujoso internado enclavado en una isla adonde las familias envían a sus hijas rebeldes. Una distopía de claro mensaje feminista rodada en inglés con estrellas internacionales como Emma Roberts y Milla Jovovich, que llega a los cines españoles este viernes.

-Asegura que las películas le han cambiado la vida.

Las películas me dieron un mundo al que escaparme. Cuando tenía doce, trece, catorce, quince años sufrí 'bullying' en el instituto. Estaba tratando de buscar mi identidad, como todos los adolescentes. Y me venían muy bien películas fantásticas como 'La historia interminable' o 'El señor de los anillos'. Me escapaba en ellas y me sentía protegida, de la misma manera que en los juegos de mesa o de rol. Todo lo que fuera fabricarme identidades para evadirme. El 'bullying' fue una experiencia intensa, yo era una chavala rara, que dibujaba, leía libros y le gustaba estudiar.

-La friqui de clase, vamos.

Sí. El 'bullying' me duró mucho, porque las secuelas psicológicas son para toda la vida. Era la empollona, mi mote en clase era 'enciclo' para que te hagas una idea. Todavía lo digo y me sobrecoge… Hay mucha crueldad acumulada ahí. Me encantaba dibujar y escribir, crear universos diferentes. Me veía como Bastian en 'La historia interminable' o como Eduardo Manostijeras. Las películas, los libros y los juegos eran mi bálsamo.

-¿Se ha sentido alguna vez como la protagonista de su película, obligada a ser perfecta y encaminada a una vida que detesta?

-Hay muchos padres que se me acercan estos días para decirme que la película les sirve para tener un diálogo con sus hijos. Para hablar sobre lo que los padres imponen a sus hijos en materia emocional, vital y profesional. Los míos potenciaron la libertad creativa. Después del 'bullying' me convertí en una niña rebelde por irme al otro extremo. La película habla de eso, de la gente que te va a querer por cómo eres, no necesitas cambiar. Hay algo de mí en todos los personajes: la valentía de la rebeldía, el lidiar con la identidad delante de un público, la ansiedad que padezco… Las mujeres somos personas complejas.

-Apuesta por la solidaridad entre las mujeres, por no competir entre ellas.

-Sí. Hay blockbusters con muchas protagonistas femeninas, pero abogan por la competencia entre nosotras, es algo que tenemos muy predeterminado. 'Paradise Hills' es una película de entretenimiento para adolescentes de entre trece y dieciocho años. Aunque no es política, tiene una serie de ideas que reinventan los cuentos clásicos contra ciertos estereotipos que me he encontrado a lo largo de mi vida.

Milla Jovovich y Emma Roberts en 'Paradise Hills'.
Milla Jovovich y Emma Roberts en 'Paradise Hills'.

-¿Las redes sociales no son también una forma de tiranía en su simulacro de vida perfecta?

-Absolutamente. Yo veo a mis primos adolescentes y viven con una ventana en la mano que les dice que nunca van a ser lo suficientemente perfectos ni populares. Vivimos en una sociedad digital en la que nos creamos avatares alternativos a nuestra identidad para aplanar las diferencias que nos hacen únicos y especiales.

-¿Cómo ha conseguido debutar con una película de este empaque, protagonizada por estrellas de Hollywood?

-Mi primer corto, 'Disco Inferno', se movió muy bien por el circuito de festivales internacionales. Nacho Vigalondo me animó a realizarlo. En el Fantastic Fest de Austin presenté el proyecto para un largometraje y conocí a Guillermo del Toro, que me ha cambiado la vida, porque aunque no produce la película me presentó a mi agente y mi manager americanos. Hice unas piezas de arte conceptual para presentar el proyecto y les picó la curiosidad a las actrices que acabaron apuntándose gracias al casting de los productores, Adrián Guerra y Núria Valls.

-¿Adoptar un seudónimo implica que se ha construido un personaje para que no se sepa mucho de usted?

Fue una casualidad. Era una niña de 16 años cuando empecé a hacer fotos y a subirlas a la web. Tomé ese nombre artístico por una broma entre un ser querido y yo. Luego ya no pude cambiármelo.

-En su cuenta de Twitter se define como una «small town queer». ¿Se siente bilbaína pese a esa imagen suya tan cosmopolita?

-Nací y he vivido en Bilbao mis primeros 22 años. Por supuesto que me siento bilbaína y vasca, estoy orgullosa de mis orígenes. Y me siento muy apegada a la mitología vasca como origen emocional de algunos elementos de la Historia. Mari como origen natural de todas las cosas podría corresponder a un personaje de la película. El pensamiento mágico de Cantabria y Euskadi, las lamias, resulta extraordinario. Mis padre siempre me han contado cuentos.

Una distopía feminista para adolescentes

OSKAR BELATEGUI

'Paradise Hills' arranca con una boda de estética retrofuturista, en la que sus protagonistas van vestidos como en la época victoriana aunque estemos en un futuro más o menos cercano en el que los coches vuelan. En los primeros compases de la ópera prima de Alice Waddington sorprende su empaque de producción, el elaborado vestuario y la cuidada escenografía de una cinta con un presupuesto que ronda los 6 millones de euros, rodada en inglés y con estrellas internacionales como Emma Roberts y Milla Jovovich. Todos los actores son guapos en 'Paradise Hills', que toma su nombre del internado de lujo en el que acaba la protagonista, un edén enclavado en una isla en mitad del océano con una arquitectura que remite a Escher y exuberantes jardines.

Regido por una excéntrica directora bautizada La Duquesa (Jovovich), en esta suerte de resort educacional se enseña a las chicas a comportarse tal como sus padres y la sociedad esperan. Este «centro para la curación emocional», como lo define su gerente, les alecciona para aceptar un matrimonio de conveniencia, adelgazar para encajar en los cánones de belleza o cantar lo que la compañía de discos desea para ser un mero producto. Y todo con sirvientes efebos que hablan en francés y con las internas vestidas con tules blancos. La lucha de clases entre los Upper y los Lower, como se les define en el filme, tiene en esta 'terapia Espejo' uno de sus baluartes.

Waddington se sirve de mil referencias cinéfilas en su resultona distopía, de 'Las vírgenes suicidas' a 'Picnic en Hanging Rock', de 'Las mujeres perfectas' a 'La fuga de Logan'. La directora bilbaína también bebe del manga y no oculta que ha hecho una película dirigida a un público adolescente femenino. Los espectadores más talluditos quizá encuentren demasiado pedestre y repetitivo el mensaje feminista de la cinta, que una vez planteado el nudo argumental no sabe muy bien qué hacer con sus personajes. Un casto beso entre dos chicas es lo más transgresor de esta fábula más preocupada porque los planos queden bonitos que por narrar con garra.

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