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El Papa Francisco saluda en el Vaticano EFE
Se vende licuadora

Se vende licuadora

Domingo, 22 de noviembre 2020, 23:07

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Que 2020 tiene más giros de guion que una película de Shyamalan ya está dicho, visto y comprobado. Pero aquí van otros dos: Carolina de Mónaco abandona el Farmatint y aparece con las canas al aire el día de la fiesta nacional de Mónaco, y el Vaticano indaga acerca de cómo es posible que desde la cuenta de Instagram del Papa se haya dado un 'me gusta' a la foto de una modelo. Lo que es la vida minimalista: antes se investigaban los líos financieros y las conexiones con la mafia y la masonería que llevaron a Roberto Calvi y a monseñor Marcinkus a acabar con el Banco Ambrosiano, y ahora se investiga un corazón enviado a una brasileña que aparece vestida de colegiala. Pero de colegiala de película de Russ Meyers, de camiseta cortísima y falda tableada más corta aún. Hemos pasado del pecado de la avaricia al de la lujuria. O, por lo menos, el personal vaticano, que es el que lleva las redes sociales del Papa.

Por lo visto, en Instagram se liga mucho, muchísimo. Según me cuentan, claro, que una está retirada del mercado desde antes de la llegada del euro. Y es normal que se ligue: unas enseñan cacho, otros enseñan tableta y, al final, quedan para reproducirse entre ellos y engendrar una generación con músculos de acero y cerebro de blandiblú. Pero es que se pilla hasta en Wallapop: se va a vender un cocodrilo disecado y abandona mujer y tres hijos. O marido y suegra, que aquí no hay cuestión de géneros. Tenía yo por ahí una licuadora que no he usado en la vida y pensaba venderla, pero ya no sé qué hacer: quién me dice a mí que no voy a acabar enamorándome de un antitaurino vegano que desayuna zumos détox de apio y manzana verde, como la Preysler. Los caminos del amor son infinitos.

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