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Antonio Mercero, Jorge Díaz y Agustín Martínez, autores de la novela «La Bestia» presentado bajo el seudónimo de Carmen Mola Efe
La vajilla

La vajilla

A la última ·

Si detrás de Carmen Mola hay tres hombres, detrás de Isabel Preysler hay un ejército de cocineras y asistentes

Lunes, 18 de octubre 2021, 23:09

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En el salón siempre tenemos la televisión de fondo. Hace compañía, que decía mi abuela. Por eso, al volver a casa el otro día, me sorprendió escuchar 'El clave bien temperado' en lugar de oír los rebuznos habituales. Mi santo, que se ha vuelto melómano con los años y le ha dado por poner a Bach mientras trabaja. Podría ser peor, también te digo, y que hubiera optado por comprarse una moto de gran cilindrada. O por montar un grupo tributo a los 80.

Un tanto asombrada, pero dispuesta a dejarme llevar por el ambiente de alta burguesía que se había creado, dejé el bolso y las llaves en la entrada y fui a la cocina a hacerme un té, que el café es de obreros. La tarde era tranquila y luminosa. Mi santo repasaba hojas de cálculo, yo leía en el sofá. Solo nos faltó decirle al heredero que bajara y nos deleitara interpretando alguna pieza al piano. Pero no tenemos piano. Ni siquiera clavicordio.

Tampoco tenemos una habitación para las vajillas, como Isabel Preysler. Su hija Tamara, que se acaba de diplomar como chef en Le Cordon Bleu, lo cuenta con motivo de la publicación del libro 'Las recetas de casa de mi madre'. Podría llamarse 'Las recetas de la cocinera de mi madre', porque Preysler no cocina. Lo escandaloso sería que lo hiciera: yo veo a la ínclita enharinando boquerones y oliendo a fritanga y se me cae el mito. Si detrás de Carmen Mola hay tres hombres, detrás de Isabel Preysler hay un ejército de cocineras y asistentes. La pena es que detrás de mí no hay nadie: ni hombres, ni mujeres, ni viceversa.

Volví a la cocina para servirme otro té. Entonces, Bach dejó de sonar y yo me di cuenta de que mi vajilla cabía en un armario. Qué poco dura la alegría en la casa del pobre. Me hice un café.

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