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Turistas y residentes compartiendo un día de playa en el sur de Gran Canaria. Juan Carlos Alonso
Punto y seguimos
Tribuna Libre

Punto y seguimos

Domingo, 17 de abril 2022, 18:44

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Acudí de rebote. De última hora. Sin saber realmente con qué me iba a encontrar. Y acabé aplaudiendo hasta con las orejas. Me refiero al espectáculo 'Punto y seguimos', de Vocal 7, grupo canario con 15 años ya de bagaje artístico a sus espaldas. Siete músicos de distintos ámbitos y capacidades, con un único instrumento: la voz. Su voz.

En su recorrido musical a través de melodías y canciones 'archiconocidas', llega un momento en que, hipnotizado por lo que acontece sobre el escenario, hasta te preguntas qué dónde está realmente escondida la orquesta. Todo ello aderezado de notas de humor, empatía a la vez que simpatía, y, sobre todo, vida, mucha vida. Y de ahí, según ellos, el nombre de su espectáculo. Hemos pasado la desgracia –entre otras- de la pandemia. Y es hora, no del punto y seguido, sino de su 'punto y seguimos'. Vayan a verles. Háganme caso, tengan fe y crean. Mucho mejor que el trankimazin.

En nuestro turismo sucede lo mismo. Punto y seguimos. A partir de marzo de 2020 conocimos las amargas mieles del 0 turístico. Y dos años después, en plena vorágine de Semana Santa de 2022, experimentamos un inigualable deja vú que nos sitúa, en llegada de turistas, ocupaciones hoteleras y extra-hoteleras, en alquiler de coches y en reservas de restaurantes, a niveles de antaño al virus.

Datos turísticos fantásticos que se alzan, cual trono procesional al cielo, rozando cifras del 90% de ocupación; con unos 12.500 vuelos programados hacia y en las islas durante toda esta Semana Santa (300 más que en 2019); y con el turista gastando en el terruño lo que no está escrito (como viene pasando desde el arranque de este 2022, y como constatan, por ejemplo, los datos del pasado febrero en que Canarias alcanzó mil cuatrocientos seis millones de euros de facturación turística, gracias a la aportación del casi millón de turistas que vinieron a nuestras islas).

Música celestial que –tratando de aislarnos de la barbarie rusa en Ucrania- debe seguir afinándose al unísono por todos los miembros de nuestra orquesta turística canaria, ya se sea miembro institucional, empresarial o asociado. Ya se sea solista, dúo, cuarteto o septeto. Porque los desafíos para nuestro turismo –o sea, para nuestra economía y empleo- siguen presentes y latentes.

Cuando hablamos del aire, en turismo pensamos en aviones. Y nos viene a la cabeza la necesidad de que, por ejemplo, se aclare el futuro de Air Europa, puesto que su posible desaparición o integración en IAG (International Airlines Group – Iberia) podría generar un escenario de casi monopolio –un único operador- en la gestión de rutas entre el archipiélago y las islas.

O nos acordamos de los casi 5 millones de euros que –incluso a través del Parlamento de Canarias- se ha solicitado al Estado devuelva a todas aquellas empresas canarias (¡como sí se hizo con las de Baleares!), y que fueron abonadas en concepto de IGIC por las facturas de la extinta Thomas Cook. Facturas, claro está, nunca cobradas por nuestras empresas tras la quiebra del touroperador en cuestión.

O volvemos a exponer la necesidad de que Canarias tenga presencia, con voz y voto, en el Consejo de Administración de Aena, la entidad aeroportuaria –junto con Enaire- que rige los destinos (y las tarifas) de nuestros aeropuertos. A veces con decisiones globales para el conjunto de España que no tienen en cuenta las peculiaridades de nuestra tierra y su lejanía respecto al continente.

O nos ponemos por bandera el proyecto de Cielo Único Europeo, de la U.E., que convertiría todo el espacio aéreo de la Unión en un 'sólo cielo', lo que permitiría acortar rutas a las compañías, ahorrar tiempo y dinero (en combustible), y, lógicamente, abaratar sus tarifas.

Cuando hablamos de la tierra, bien mirada desde el cielo, también, en justicia, apuntamos con el dedo (y nos sonrojamos) a ese feo paisaje de invernaderos abandonados, vertederos clandestinos o construcciones semiderruidas, que dan una 'espectacular' visual bienvenida a quienes, desde dentro de un avión, sienten la emoción vacacional de estar llegando a Canarias. El Paraíso.

O, también en tierra, miramos hacia nuestros aeropuertos, que deben, de una vez por todas, no sólo renovarse continuamente. Sino considerarse instalaciones estratégicas para la vida y la economía de nuestras islas. Y, por consiguiente, dejar de ser objetos de rehenización ante cualquier mínimo conflicto laboral que pueda surgir en torno a las actividades profesionales que allí se desarrollan. Debiendo llevarse siempre esas posibles disputas laborales a mesas de análisis y de negociación en las que nuestros turistas no sean objeto de 'moneda de cambio y de presión'.

O cogemos el toro por los cuernos, y afrontamos de una vez por todas el continúo colapso de nuestras carreteras, principalmente en Tenerife y Gran Canaria. Colapsos que tanto nos afectan a los aquí residentes, como a quienes nos visitan, ya sea intenten desplazarse por nuestras vías para visitar –y gastar su dinero- nuestra particular y bella Canarias vaciada del interior; ya sea porque incluso corren el riesgo de perder sus vuelos de regreso a casa, si no es que salen de sus hoteles hasta casi 5 horas antes del vuelo programado.

O si -antes era toro, ahora búfalo- las instituciones gubernamentales correspondientes no manifiestan (y deciden) bien a las claras su máximo respeto y cumplimiento a toda normativa jurídica vigente. Además de agilizar todo tipo de trámites burocráticos que tanto empantanan y espantan a inversores de todas partes del mundo; como generan indefensión jurídica. Caso de promotores que van generando nuevos espacios económicos de riqueza visual, de nivel turístico cualitativo y de empleo. En un loable afán de crecimiento en pro, no sólo del lícito interés empresarial, sino también colectivo –todo ello conforme al debido planeamiento territorial aprobado para cada zona y espacio de nuestro territorio-. Y que se encuentran con que el cemento en sus pies se seca injustificadamente, y no les permite –a ellos y a todos nosotros- avanzar por la senda del desarrollo sostenible, social y económico.

O -para seguir llorando tras tantos años de implorar mejoras- todos esos espacios públicos, con determinadas ramificaciones privadas (léase, por ejemplo, obsoletos centros comerciales, refugios, incluso, de personas desasistidas que viven en la indigencia), menospreciados, desatendidos y/o ninguneados. A pesar de vendernos luego como un 'gran' destino. O destino 'top'.

En el aire. En la tierra. ¿Y en el mar? El mar de la esperanza. A pesar de las medianas en litigio, y del monte submarino Tropic y resto de 'abuelas' de Canarias que bien pudieran pretender arrebatarnos. Situación seria, creíble y realista si no articulamos la férrea defensa de nuestros intereses.

El mar de la diversificación turística que, por ejemplo, aporta estratégica y cualitativamente nuestro sector de los Congresos y las Convenciones, que, igual que te convierte en sede del Cirque du Soleil, te genera tanta actividad congresual científica o médica –entre otra- que nos convierte, de manera continuada, en centro intangible, nacional e internacional, de un ingente volumen de transferencia de todo tipo de conocimientos. Como si del cine de Paramount, Marvel o Netflix se tratara, pero no a lo pasatiempo. Y sí para nuestrotiempo. Y futuro. Futuro del turismo en Europa que, sin duda, ha de liderar Canarias.

O ese mar del conocimiento que nos aporta el referido segmento MICE (Meetings, Incentives, Exhibitions and Events), y que se extiende y propaga, en ruta de ida y vuelta, desde nuestros ámbitos académicos de mayor relevancia, caso de nuestras universidades. A las cuales se debe seguir apoyando y ayudando, al igual que al cualquier otro centro o nivel de formación académica. Y de las cuales emana nuestro espíritu. El espíritu canario.

Ese mar de nuestra gente en la próxima Rama de Agaete. Esa Rama de Agaete proyectada, como singular aperitivo, en voces mágicas que te levantan de la butaca imaginando portas la rama.

Gratitud inmensa, Vocal 7. La vida continúa. El turismo, también. Punto y seguimos.

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