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Playa por San Juan

Sábado, 24 de junio 2017, 11:48

Ahora que venimos de una noche de San Juan, que es noche de fiesta y de resplandor. Noche que convoca con el verano a la puerta. Noche, como aquella que retratara el poeta Fernando González, bálsamo para olvidar querellas y en la que se anhelan cielos más lejanos, el viento halaga la espesura y el agua a la luna coquetamente lleva. Noche para felicitar, de magia que no se olvida y en la que, aunque no sean de fiar, llamamos a las brujas a ver si esto empieza a levantar.

Noche que nos lleva a la playa y, recordando al bueno de Jaume Sisa, invita a pedirle a un duende jovial que nos sirva de guía y además de enseñarnos y hacernos disfrutar de ese universo inabarcable que siempre es la playa de Las Canteras, nos muestre, también, las miserias y carencias de ella y sus alrededores para lanzarlas a las llamas purificadoras.

En la noche más corta del año la playa volvió a entregarse a nosotros y a regalarnos todo su esplendor. Lugar de culto, de encuentro, de ocio, de festejo. Para casi todo sirve, también para atraer turismo y ahora, de paso, con esa nueva burbuja de los alquileres vacacionales, ponérselo más difícil a los paisanos de siempre. Esta maldita manía nuestra de adaptar la realidad y hasta el paisaje para los que vienen de fuera y se van a los días y no para los que aquí siempre habitan; que, a fin de cuentas, son el paisanaje que hace más atractivo el lugar para los foráneos.

Por eso, tras la noche de San Juan, que evoca amores eternos, conviene no olvidar el que le profesamos a la playa. Y si el Ayuntamiento se preocupa, claro que sí, de velar por su limpieza, y bien que lo hace, y así lo hagamos todos, a ese Ayuntamiento hay que decirle que la joya de la corona de la ciudad arrastra demasiados descuidos de la autoridad competente; es decir, la suya.

Resulta desolador comprobar como una capital como Las Palmas de Gran Canaria se permite el lujo de tener un monumento natural que a todos enmudece, valorado como belleza sin par por los lugareños y visitantes, y al mismo tiempo consiente, desde hace demasiado, una imparable degradación de casi todo su entorno. Las zonas anexas de gran parte de Las Canteras son lugares sombríos, inhóspitos, en los que se respira abandono y desazón. Lugar de lujo, abandonado que desanima e invita al tránsito rápido por la mayoría de sus calles.

Y a la orilla del sonoro atlántico, barandilla herrumbrosa, muros desconchados, accesos en mal estado, mobiliario urbano caduco y estropeado, presencia policial testimonial, laxo control del ruido, terrazas que campan en el caos, pandillas de botelloneros que se apropian de espacios de todos...

Aún así la playa nos sigue enamorando, tanta es su grandeza. Pero que no les sirva solo como cartel, para convocar festejos y comerciar con ella. La playa exige mucha más atención de la que se le presta. Y si se elimina el mamotreto de la Cícer, se gana superficie y se anuncia un plan de reactivación de este pulmón de la ciudad, bienvenido sea todo, pero hasta tanto, que no falte el cariño. Y falta le hace.

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