Una espina en la garganta
El Papa nos ha pedido a los periodistas que «desarmemos el mundo», pero solos no podemos
Marta San Miguel
Domingo, 18 de mayo 2025, 23:06
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Marta San Miguel
Domingo, 18 de mayo 2025, 23:06
El periodista había pasado dos años viviendo en Bahréin. Lo que vio y sintió, lo que aprendió de esa isla del Golfo Pérsico, riquísima y ... poderosa aun siendo del tamaño de Menorca, lo contó en un libro que sacó a la luz, entre otras perlas, la violación de derechos humanos o la falta de libertad de expresión que allí padecen. El libro acabó ganando el Premio Anagrama de Crónica Periodística. Era una texto valiente, osado, lleno de datos y testimonios que helaban la sangre por la connivencia internacional, así que el día que entrevisté al autor, sentados a varios metros de distancia por la pandemia, le pregunté: ¿crees que este libro puede cambiar algo? Él negó con la cabeza. No podemos ser tan ingenuos de pensar que el periodismo por sí solo puede cambiar las cosas, me dijo, y su respuesta la tengo atravesada en la garganta como la espina de un delicioso pescado.
Claro que el periodismo ha cambiado el curso de algunos acontecimientos, claro que contribuye a diario a hacer de esta sociedad un lugar menos opaco y manipulable, ¿pero hasta qué punto podemos conseguir desarmar el mundo como nos ha pedido el Papa León XIV? «Desarmemos las palabras y ayudaremos a desarmar la Tierra», dijo en la audiencia que concedió a los periodistas que informaron del cónclave en el que salió elegido. Y desde que lo escuché, ahí tengo la espina otra vez, incordiándome cada vez que trago.
Si hubiera estado a unos metros de distancia en aquella audiencia, le habría preguntado: ¿cree que el periodismo puede cambiar algo? Porque creo en mi oficio, pero también en la ética de la sociedad que lo acoge. Y ahí está la clave. El Papa nos pidió a los periodistas que eligiéramos «con conciencia y valentía, el camino de una comunicación de paz», y me parece un punto de partida fundamental en estos tiempos de tergiversación de términos como información o bulo, inteligencia artificial o imbécil, guerra o interés. Sin embargo, sabiendo que con un teclado o con un micrófono se puede cambiar el estado mental de toda una civilización, veo cierta ingenuidad en la petición del Papa, porque los periodistas solos no podemos cambiar todo.
De nada sirve que elijamos con «conciencia» y respeto cada palabra para narrar la brutalidad en Gaza, la impotencia en Ucrania, la dejadez en Barajas, el apagón o esta columna, si al otro lado no hay lectores capaces de separar la carne de la espina, sea quien sea el cocinero que nos sirva ese delicioso pescado. Si solo engullen sin masticar, nos acabaremos matando por un mendrugo. Por cierto, el libro de Bahréin se titula 'Una dacha en el Golfo'. Que aproveche su lectura.
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