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Directo La inversión extranjera en Canarias, a debate en el Parlamento

Antifranquista, suarista y nacionalista

Fue uno de los políticos más influyentes en la creación de la preautonomía y la autonomía de Canarias

Manuel Betancort

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 3 de febrero 2024, 01:14

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Lorenzo Olarte fue uno de los políticos más importantes de Canarias durante las tres últimas décadas del siglo XX. Llegó a ser «el político con más poder en Canarias» durante la Transición.

Joven jurista de reconocido prestigio, de padre antifranquista, fue designado en 1974, en los estertores del franquismo, presidente del Cabildo Insular de Gran Canaria, donde inició una apertura política, ya que su objetivo era «luchar contra el posfranquismo» desde las instituciones. También lo hizo en Madrid como procurador en las Cortes franquistas, donde fue uno de los cinco ponentes -uno de sus grandes orgullos- elegidos por Torcuato Fernández Miranda para redactar la Ley para la Reforma Política, la ley que posibilitó la llegada de la democracia a España al conseguir que las Cortes franquistas se hicieran el haraquiri en 1976.

Hombre muy cercano a Adolfo Suárez, que se lo llevó a La Moncloa como asesor personal, pudo ser ministro y no quiso. Fue nombrado embajador en Venezuela pero renunció y creó un partido regional, Unión Canaria, que se unió a la UCD de Adolfo Suárez. Consiguió que Adolfo Suárez visitara todas las islas y que celebrara un Consejo de Ministros exclusivo para tomar medidas para Canarias, una región por entonces pobre, con importantes carencias y amenazada por la ola descolonizadora de la OUA alentada por Antonio Cubillo desde Argelia.

Fue uno de los políticos más influyentes en la creación de la preautonomía y la autonomía de Canarias, aunque fue uno de los derrotados en Las Cañadas del Teide cuando se creó, el 14 de abril de 1978, la Junta de Canarias. El pleito insular, con la UCD enfrentada en dos grupos, hizo que la propuesta de Olarte, respaldada por Adolfo Suárez, fuera derrotada, lo que supuso que el proceso se ralentizara. También perdió la batalla en cuanto a la Ley de Sedes, acordada en el pacto de Medinaceli, que daba el Parlamento a Tenerife a cambio situar a la Delegación del Gobierno en Las Palmas de Gran Canaria. Por entonces, 1982, Lorenzo Olarte ya no estaba en UCD -comandada en Gran Canaria por José Miguel Bravo de Laguna- puesto que acompañó a Adolfo Suárez en su marcha al CDS.

El nuevo partido de Suárez tuvo en Canarias, gracias a la influencia de Lorenzo Olarte, sus mejores resultados de toda España, logrando años más tarde presidir el Gobierno de Canarias. Fue cuando Fernando Fernández y Lorenzo Olarte lograron sucesivamente ser presidentes regionales, tras la primera legislatura de Saavedra.

Olarte consiguió durante su Presidencia crear la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria empleando algunas artimañas para evitar que le ocurriera como a su antecesor, Fernando Fernández, al que ATI no respaldó con su confianza como presidente por la cuestión universitaria, obligándole a abandonar la Presidencia. La falta de reconocimiento de la propia Universidad grancanaria a su logro es uno de los hechos que más le dolió a Lorenzo Olarte. Como presidente consiguió también el cambio de integración en la Unión Europea y la equiparación salarial de los maestros. Logró, asimismo, la reforma del REF y fiscal y un avance considerable del REF económico.

La cuestión fiscal, con Solchaga y Borrell al mando del Ministerio de Hacienda, provocó un duro enfrentamiento entre Canarias y Madrid, hasta tal punto que el Gobierno de Felipe González amenazó al Ejecutivo canario con activar el artículo 155, el aplicado por Rajoy a Cataluña, si no ponía en marcha el descreste arancelario con la Comunidad Económica Europea (Unión Europea). Lorenzo Olarte, autor de la frase «Madrid se va a enterar de lo que baile un peine» reconoció que mantuvo en secreto la amenaza de Madrid al resto del Gobierno. «Hice mal pero al final la jugada salió bien y Madrid negoció las compensaciones millonarias que pedía Canarias», llegó a decir.

Una vez desaparecido el CDS, Olarte transformó el partido en Canarias en una formación regional, CCI o CCN. No consiguió seguir en el poder y fue sustituido por Jerónimo Saavedra, un político rival al que siempre admiró y respetó y al que consideraba el mejor presidente que ha tenido Canarias. Ello no fue óbice, sin embargo, para que le moviera la silla, ya que Olarte se unió a José Carlos Mauricio (ICAN), Asamblea Majorera y ATI para llevar en dos años a la Presidencia del Gobierno a Manuel Hermoso -vicepresidente de Saavedra- y para crear Coalición Canaria, de la que fue diputado y portavoz en Madrid y de la que se consideraba uno de sus creadores «para mantenernos en el poder».

En la siguiente legislatura con Hermoso consiguió ser vicepresidente, ya lo había sido con Fernando Fernández, y consejero de Turismo, pero al final del mandato no consiguió lo que le habían prometido desde ATI: que sería candidato a la Presidencia del Gobierno de Canarias por Coalición Canaria. Fue otra de las 'traiciones' que afirmaba haber sufrido de sus propios compañeros.

Perdida la nominación y para evitar que el candidato fuera de ATI como forma de salvar la alternancia que nunca más fue practicada, promovió como candidato a Román Rodríguez, del que le hubiera gustado más reconocimiento y cercanía. A partir de entonces, sus actuaciones en política no fueron las más acertadas, acabando su etapa pública con un cargo en Infecar, del que fue destituido por denunciar corrupción de su propio partido, un CCN que ya había abandonado Coalición Canaria.

Ya alejado de la política, Olarte reconocía que se había equivocado muchas veces eligiendo a sus aliados y compañeros políticos, pues muchos le traicionaron: «No me caben más puñaladas en la espalda», aseguraba.

En sus últimos años de su vida, con una pensión de unos mil euros, Olarte afirmaba con orgullo que nunca se había llevado un euro de dinero público. Eso sí, lamentaba que no existiera un estatuto para los expresidentes -también lo han reivindicado Jerónimo Saavedra y Manuel Hermoso, entre otros-, que les permitiera mediante tareas divulgativas o de asesoramiento disfrutar de una jubilación digna y trasmitir sus conocimientos o plasmar sus memorias, algo que, desgraciadamente, Lorenzo Olarte no llegó a culminar

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