La bandera de la UD
Si el Barça es más que un club, la Unión Deportiva Las Palmas también, incluso más; es un sentimiento, que «sale de los adentros de dentro del corazón», como reza la canción que ya es casi himno de los aficionados, que a decir verdad somos todos, porque la UD es el único símbolo, en esta tierra tan carente de ellos, que nos une.
La Unión Deportiva Las Palmas es sentimiento y orgullo, una seña de identidad que ha logrado, sólo jugando al fútbol, llevar más allá de las islas una manera de ser y entender la vida, en la que prima el amor por la pequeñez, el cultivo del detalle y el recreo en el tiempo reposado. No entendemos ser amarillos sin esa primorosa manera que desde el principio del fútbol nos definió. Precisión en el pase, paciencia en la búsqueda de la jugada, gusto por la vistosidad, toques cortos sin renunciar a la profundidad y habilidad en el regate.
Todos comulgamos con ese estilo. Aguatenientes y rancheros, terratenientes y aparceros, aristócratas y plebeyos, empresarios y obreros, de izquierdas y de derechas. Todos, siempre amarillos. El propio nacimiento de la UD, lo de unión es una declaración de principios, es el más clamoroso ejemplo de como se aunaron todas las voluntades. Ejemplo único de cinco equipos, aficiones, sueños, que renunciaron a construir cada cual por su cuenta su futuro para hacer uno en común. Victoria, Marino, Arenas, Gran Canaria y Atlético aparcaron colores, diferencias, rivalidades, para crecer bajo una sola bandera. Así se fundó la UD Las Palmas y todo el pueblo se hizo de ella. Nunca antes había existido un referente más identificador de la canariedad capaz, además, de tumbar a los grandes.
Era, es, fútbol, y ahí estábamos ricos y pobres, grandes y chicos. Si unos ven en su equipo al ejército simbólico y desarmado de Cataluña, como definiera Montalbán al Barça; nosotros en la UD vemos a los nuestros, a todos, sin exclusión.
Hay quienes dicen que los símbolos son sagrados. Si así fuera nunca debieran utilizarse con intenciones políticas que responden a coyunturas. El pasado domingo la UD, en su partido ante el FC Barcelona, decidió lucir en su camiseta una bandera española y la fecha del 1-O porque, según decía un comunicado oficial del club, ante la tesitura histórica que representaba el ilegal referéndum que ese día se celebraba en Cataluña, se tomaba partido en favor de la unidad del país.
Nada habría que objetar a tal iniciativa, aunque sí observar y mostrar extrañeza porque esta haya sido la primera vez que la UD ha decidido romper su mudez, con mensaje en su camiseta, ante un conflicto político, social o económico. Ni siquiera lo hizo cuando toda Gran Canaria era un clamor en favor de la creación de la Universidad.
Ya puestos a hablar de banderas y del obligado respeto a la legalidad constitucional, como quiera que entre la afición figura gente de todos los colores, creencias y convicciones, habrá que preguntarse, una vez rota la neutralidad, si, por ejemplo, el próximo 14 de abril, que por cierto coincide con jornada futbolística, lucirá en su equipaje una bandera republicana en memoria de los muchos canarios que murieron o fueron asesinados por defender la legalidad constituyente.