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Justicia

Jueves, 27 de julio 2017, 10:54

La Justicia no solo debe ser igual para todos, sino que además tendría que parecerlo. O, al menos, disimularlo. En nuestro país ocurre lo contrario, se extiende la idea como un contagio de que la balanza no trata de la misma forma a los ciudadanos de a pie que a los muchos, no generalizo, políticos deshonestos. Incluido el presidente que nos gobierna a todos.

Atrévase usted a hacer alguna trampilla, a dejar de pagar a la agencia de Montoro por ejemplo... Un drama.

Sin embargo, a los que están imputados o salpicados por escándalos relacionados con la corrupción o con irregularidades en el ejercicio del poder, esos que llenan las páginas de los periódicos y a los que cada día se suman más, se les permite con naturalidad que no recuerden nada. Como si su labor no exigiese memoria y que, en su deber, fiscalicen todo lo que les compete y, como mínimo, lo que sucede en sus partidos.

Tenemos una ley pensada para castigar al robagallinas, no para el gran defraudador, sea político o empresario amigo. Esa es la gran culpable de la sensación de impunidad que se está generando en la sociedad española. La pantomima de ayer, es el mejor ejemplo para demostrar la desigualdad en los juzgados españoles.

El Partido Popular ha conseguido extender e instalar en los últimos años de corruptelas y cuñadismo varias ideas desde el discurso emotivo y la mentira con retórica. Y eso lo intentó aplicar el poco convincente Mariano ante la protección cómplice del juez. El primero de los argumentos es que la corrupción es aislada. Una anécdota sin importancia. El segundo, que en cualquier caso, todos son corruptos. De cualquier color, como si eso le confiriese normalidad. Tercero, que es imposible prevenir y acabar con la corrupción política. No va con ellos la cosa. Cuarto, que la corrupción es arbitraria, individual y lejos del sistema de partidos. Una leyenda urbana. Quinto y último, que es posible o cabe que el partido sea un sistema que permita y promocione la corrupción en sus dinámicas, pero los demás son, como mínimo, igual o peor.

En cualquiera de los casos, Marianico no se entera de nada o no quiere enterarse y tampoco hace mucho por erradicarlo a pesar de que hay más de 1.000 imputados por corrupción y casi un centenar de tramas al modesto precio de 90 mil millones de euros al año que nos cuestan a todos los españoles.

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