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Las imágenes que llegan de Galicia son espeluznantes. El fuego arrasa los bellos montes gallegos, siembra muerte y desolación. Hace unas pocas semanas el presidente Feijóo aseguraba que la Galicia atlántica estaba a salvo de las llamas. Este fin de semana las evidencias eran otras. «Terrorismo medioambiental» es el término que más se está oyendo cuando los expertos se refieren al más de un centenar de fuegos incontrolados, producto de la mano del hombre. Y es que aunque no se haya iniciado investigación alguna, ya que la prioridad es la extinción, desde Greenpeace recuerdan que el 96% de los incendios forestales son producidos por el ser humano. O sea, casi todos. Por cierto, solo un 2,19% son por reproducción por otros incendios. O sea, que echarle la culpa a las chispas que llegan de la también ardiente Portugal resulta un poco pueril.

En todo caso, el fenómeno incendian que vive Galicia no es nuevo, pero nada se ha hecho para atajarlo. En 2002 se contabilizaron en Galicia 394 focos activos simultáneos. En 2006 pasó algo parecido, con 80.000 hectáreas quemadas. Y así hasta hoy. Más de lo mismo todos los años. Desde la organización ecologista Greenpeace reclaman campañas de concienciación social, incidiendo en la necesidad de acabar con las tradicionales quemas agrícolas, que algunos casos se convierten en fuegos incontrolados. Al tiempo, algunos apuntan a una ley de Montes que permite la rápida recalificación de terrenos quemados, un dato incierto según otros, que recuerdan que en 30 años no se puede modificar el uso del suelo quemado.

Sea como fuere, ¿por qué arde Galicia, Asturias, Castilla León en este cálido otoño? Todos coinciden en que las condiciones climatológicas han estado de parte de los posibles pirómanos, cuando, además, la temporada de los equipos de extinción daba a su fin, cuando los recortes en medios eran evidentes, cuando todo el mundo estaba mirando para otro sitio. ¿Por qué? ¿Qué empuja a alguien a provocar un incendio? Al tiempo, se encoge el ánimo de la mayoría al ver cadenas humanas que luchan con lo que tienen contra las llamas. Y lo que tienen no es más que sus manos, unos baldes, unas palanganas, unos rudimentarios transportes del agua salvadora, esa que ya casi no llega del cielo debido también al efecto de la mano humano, al efecto del cambio climático. Dice el presidente gallego que «hay intención de hacer daño». Sí, vale, pero ¿qué ha hecho usted desde su cargo para evitarlo?

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