En estos tiempos convulsos, repletos de crispación, insultos, violencia y actitudes y acciones contrarias a cualquier valor ético y moral mínimamente aceptables, de repente aparece ... Yeray Álvarez y nos demuestra que aún hay resquicios en la oscuridad para que entre algo de luz. Es tal el nivel inmundicia que nos rodea, que lo que ha hecho ha pasado prácticamente inadvertido.
Yeray Álvarez es un jugador profesional de fútbol. Juega en el Athletic de Bilbao. Hace unos años tuvo que parar para tratarse un cáncer que, afortunadamente, superó. Y siguió jugando. Este verano se hizo público que había dado positivo en un control antidopaje.
A mediados de la semana pasada compareció ante los medios de comunicación para dar su versión. Explicó que el positivo fue involuntario. Tras el tratamiento contra el cáncer tomaba unas pastillas contra la alopecia. Una noche vio que se le habían acabado y se tomó la del tratamiento de su novia, pensando que tenía la misma composición. Y no, para las mujeres incluye un componente que está prohibido por las autoridades deportivas.
Su relato de los hechos, que realizó rodeado por sus compañeros de equipo, no tiene nada relevante. Otra cosa es su reacción ante las consecuencias. El órgano disciplinario de la UEFA le ha impuesto una sanción de diez meses sin jugar, porque no hubo intencionalidad. Ante los medios de comunicación, Yeray Álvarez dijo que la sanción era «justa», que asumía su error y que ha trasladado a su club que durante esos meses no quiere cobrar su sueldo.
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