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Desde este lunes y durante al menos dos semanas, La Isleta es una prisión urbana. Contaba con tres salidas naturales a la Avenida Marítima, vía principal (y casi única) para que esta zona de la capital grancanaria conecte de forma más o menos rápida con el resto de la ciudad. Desde noviembre tenía dos, ya la calle Doctor José Guerra Navarro pasó a ser solo de entrada a La Isleta, según el Ayuntamiento, por supuestas exigencias técnicas del proyecto de la MetroGuagua.
Este lunes, la segunda salida, por la calle Gran Canaria también se cierra en el cruce con Albareda, por supuesto, por las obras de un tramo 8 de la MetroGuagua. Proyecto que, siendo muy optimista y visto lo visto, con suerte estará concluido –ya veremos entonces si vale de algo o no– en 2040 (no es una errata).
Así que desde hoy, un barrio de más de 20.000 habitantes, los más de 5.000 trabajadores del polígono industrial de El Sebadal y los miles habituales del Puerto de la Luz tendrán que compartir una única conexión con la Avenida Martítima, la colapsadísima ya de por sí rotonda de Belén María. Porque, claro está, volver al doble sentido o invertir el actual al menos durante estos quince días en la calle Doctor José Guerra Navarro hasta que vuelva a abrir el cruce con Albareda significaría para el Ayuntamiento bajarse del burro y reconocer su soberbia.
Con este panorama y a la espera de las obras de soterramiento que se avecinan, no queda otra que ponerse a ahorrar y si la cuenta corriente lo permite dejar el resto en loterías y quinielas. Porque habrá que comprarse un helicóptero, algo bastante más factible que ver terminada y funcionando la MetroGuagua.
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