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Veranos por conquistar

Papiroflexia ·

Veranos que no tenían que ser subvencionados, veranos sin mascarillas ni miedos

Alberto Artiles Castellano

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 13 de junio 2021, 13:05

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El verano no solo es un fenómeno astronómico, solo unos meses marcados en el calendario. Está bien definido por atardeceres, fechas y grados de temperatura. Y sin embargo, lo que de verdad llamamos verano habita en nuestra forma de vida, un sentimiento atávico que, en Canarias, trasciende a solo una época del año. Pocas palabras están tan llenas de recuerdos y tienen un efecto tan evocador. Poca gente feliz debe odiar el verano. Yo no conozco a nadie. Junto con los últimos días de diciembre, es la época del año en la que más viajamos en el tiempo, porque el ruido de aspersores, el tacto de la arena, el calor sofocante del asfalto, el olor a cloro o a crema solar evocan recuerdos y nos sitúan por un segundo en otros veranos de nuestra vida. Los más lejanos siguen latentes.

Veranos de excursiones al pueblo vecino y en pandilla. De viajes transoceánicos al sur pegado a los sillones de polipiel. De madrugones a la playa a las 7.00 de la mañana para colocar la sombrilla en el mejor sitio. Veranos de tortilla y sandía cubiertas de arena y sal. Veranos de hogueras y petardos. Veranos ochenteros. Verano azul. De toalla, flotador y nevera. Veranos embadurnados de bronceador y rozaduras del bañador. Veranos de turistas de calcetines blancos, tostados color cangrejo y borrachera mañanera. Los buenos veranos, los mejores veranos de tu vida, no comenzaban con un solsticio y terminaban con el equinoccio. Están compuestos de momentos irrepetibles y luminosos repartidos a lo largo de tres meses.

Necesitamos revisitar veranos como aquellos. Veranos que no tenían que ser subvencionados. Veranos sin mascarillas ni miedo. Ahora los veranos son patrióticos. Veranos para salvar a unos pocos y explotar a los de siempre. El verano no se pide ni se sortea ante notario, se vive sin límites. Sin el temor a la letra pequeña. Sin el temor a besarnos. Los veranos no tienen burocracia ni condicionantes. No hay chantaje emocional ni reclamo proteccionista que nos dicte cómo tiene que ser el verano.

Clientes despreciados, maltratados, olvidados durante décadas; ahora somos nosotros los que tenemos que volver a salvar el verano. Con ayudas públicas y ofertas piadosas, ahora somos nosotros los que tenemos que levantar el verano. Los mismos canarios que no se podían permitir vacacionar en hoteles sin horarios y sueldos indignos, tienen que reconquistar el verano por la ineficacia de unos y la avaricia de otros. ¿Y qué sucederá cuando vuelvan aquellos veranos...?

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