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Una forma de vida

«Según su partido, CC, el expresidente canario ha abandonado la portavocía parlamentaria regional para organizar, desde Madrid los intereses de Canarias»

Jueves, 1 de enero 1970

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La política es uno de los principales motivos de preocupación para los encuestados por el CIS. Obviamente, no se trata de la disciplina académica ni de la práctica de conseguir objetivos comunes a través de partidos políticos, sino de la forma en que individuos concretos actúan en foros como los parlamentos, las administraciones o las sedes gubernamentales. La reciente huida de Fernando Clavijo al Senado no va a mejorar esa visión.

Según su partido, CC, el expresidente canario ha abandonado la portavocía parlamentaria regional de la formación para organizar, desde la Cámara Alta, nada menos que los intereses de Canarias en Madrid: las obligaciones que el Gobierno central tiene contraídas con nuestra Comunidad a propósito del Régimen Económico y Fiscal, el Estatuto de Autonomía y los diferentes convenios. Es más verosímil pensar que ha buscado su aforamiento para que sea el Tribunal Supremo quien se encargue del posible caso de corrupción que le afecta. No es extraño, así, que la mayoría de los y las españolas consideren que el alto tribunal de justicia es un órgano poco independiente.

El caso del vasco Javier Maroto, recolocado en el Senado gracias a un empadronamiento exprés en un pueblo de Castilla y León, tampoco mejora esa imagen, cada vez más nítida, de que la política es el camino más corto para vivir de un salario público. Tampoco, los casos de aquellos y aquellas que anuncian con gran solemnidad que abandonan la política para, tras las elecciones, aparecer al frente de una administración pública con despacho y capacidad para nombrar a tres o cuatro afiliados de su formación.

La mala calidad de la política que sufrimos no solo requiere de personajes como los mencionados. Necesita, además, una ciudadanía moldeada no por razones, sino por pasiones, que ve solo la paja en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio. Por eso les resulta a los políticos salir airosos de trances en los que lo normal sería sufrir el vituperio público general. Saben que aludiendo a «ETA», a «los inmigrantes», «que viene la derecha» o, para mayor absurdo, «que vienen los carriles-bici» nos mantendrán distraídos hasta que la noticia se diluya, sustituida por algún nuevo caso de corrupción. La culpa, sin duda, es de los que se aprovechan de la política para su beneficio personal, pero también de los que les apoyan porque son «del partido». Estos son los colaboradores necesarios para que la situación se convierta en una forma de vida.

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