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Directo Vegueta se tiñe de blanco con la procesión de Las Mantillas

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Él hizo acto de presencia vestido con unos juveniles pantalones vaqueros, con un chaleco y dos petates. Un look más digno de un joven que va a hacer la Mili que de alguien que, no hace mucho, era el rey del mundo de las finanzas en España. Se trata de Rodrigo Rato, el todopoderoso magnate que quiso ser mucho más de lo que ya era, pero utilizando el camino del trapicheo, la ilegalidad y la vergüenza. Pues esas ansias de poder, que querer más y más a pesar de ser alguien que el propio Aznar hizo intocable, han dado con sus huesos en la cárcel.

Rato entró en el penal mostrando una imagen distante a aquella altanera de su época en el Gobierno y lo hizo hablando a los medios de comunicación que se agolpaban a las puertas del penal: “Acepto mis obligaciones con la sociedad, asumo los errores que haya podido cometer y pido perdón a la sociedad y personas que se hayan podido sentir afectadas y decepcionadas”. Una frase de arrepentimiento digna de un guion de Almodóvar o de aquellas comedias de Pajares y Esteso cuando la pareja de cómicos pedían disculpas a sus mujeres tras haberse divertido con suecas destapadas. Eso de “errores que haya podido cometer”, en condicional, me supo a muy poco porque hay que tener escasa dignidad para haber actuado como lo hizo el jefazo de Bankia. Aunque también reconozco que nunca hubiera imaginado que el altanero Rato iba a mostrar un mínimo de humanidad, ni siquiera en su último día de libertad.

Dormirá entre barrotes uno de los máximos exponentes de la corrupción y el derroche en España y que abocaron, en gran medida, a una crisis que se llevó a muchos inocentes por delante. Aquellos que perdieron sus trabajos mientras sus jefes derrochaban los fondos que posteriormente fueron rescatados por todos los españoles.

Esto tiene que ser un aviso a navegantes, a aquellos muchos que se creen que por ostentar cargos públicos y vivir en los círculos de poder, piensan que son ajenos a los tentáculos de la Justicia.

Rato es uno de tantos y debe de servir de ejemplo de que no todo vale, que se persigue y condenan a los delincuentes, se llamen como se llamen.

Ojalá que esta sea la primera piedra de cambios que se tornan fundamentales como es la separación del poder judicial del político. Independencia para aquellos que nos juzgan para acabar con las presiones políticas en órganos como el CGPJ.

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