Transiciones a la carta

Que orgullosos estamos los españoles de nuestra transición a la democracia. Los libros de historia elogian el modélico adiós de la dictadura sin derramar una gota de sangre para liberar al país de un yugo de 36 años cuya factura aún sigue vigente. Da igual que en el proceso participasen un ministro de El Caudillo como Manuel Fraga, quien siguió haciendo política con total normalidad los años venideros sin que le llovieran reclamos por su implicación en un régimen totalitario que llegó saltándose la ley, y tras provocar una Guerra Civil con cientos de miles de muertos y el resultado de una España destrozada.

Tampoco nadie se llevó las manos a la cabeza que el Carnicerito de Málaga, apodo que se ganó Arias Navarro por su papel en el castigo y ejecución de miles de partidarios del Gobierno de la II República, concurriese en las primeras elecciones democráticas.

Por eso resulta curioso que ahora haya tanta alarma por el acuerdo con Bildu para aprobar los presupuestos. Mientras que Otegi, cuyo pasado nunca dejaré de recriminar, jugó un papel clave desde dentro de la organización terrorista para acabar con la violencia, pidió perdón a las víctimas y avanzó en la dirección de la conciliación, hay otros que aún no condenan el franquismo y, al mismo tiempo, pretenden dar lecciones de moralidad. Se ve que para Bildu todavía no toca transición. Y eso que la del 77 llegó solo dos años después del fin de la etapa más penosa de la historia reciente de nuestro país, mientras que la de los vascos sigue sin aceptarse cuando han pasado más de 10 años desde el alto al fuego de ETA. Aquí se pasa página solo si interesa.