Tensiones y ruido de sables
Del director ·
Vale la pena ver de nuevo 'Siete días de mayo' y pensar en España. Pero no es tranquilizadorA falta de cosas de mayor interés en los cines (pronto diremos que 'a falta de cines') me pasé la otra noche hasta las tantas visionando de nuevo 'Siete días de mayo', una película dirigida por John Frankenheimer en 1964, con un reparto estelar, donde conviven Kirk Douglas, Burt Lancaster, Fredric March y Ava Gardner (ella en un papel menor, pero con una actuación de raza). Además de los méritos artísticos del filme, vale la pena para contextualizarla con la fractura política y social de Estados Unidos y también con algunas cosas que hemos sabido, leído y escuchado en España en las últimas semanas a cuenta del malestar de un segmento de los militares (convenientemente agitados por algún partido político y señalados, a su vez, por otros).
La película cuenta una intentona golpista en Estados Unidos cuando al presidente se le ocurre llegar a un acuerdo con los rusos y poner coto a la guerra armamentística, con la amenaza nuclear como telón de fondo. A partir de ahí se articula el debate sobre las lealtades de los militares, si el sentimiento de patria está por encima de las decisiones de los elegidos en las urnas y cómo eso se lleva también a la escala más doméstica, pues detrás de una conjura siempre hay traiciones, lealtades y deslealtades en el ámbito personal.
En algunos momentos de la película da la sensación de que estamos ante la tertulia del chat de esos militares revoltosos, mientras que en otros pasajes se escuchan frases que recuerdan las que se oyeron en el debate de la moción de censura este año en el Congreso. No adelantaré el final de la película por si hay alguien que quiere verla, pero sí advierto que no es precisamente tranquilizador ese ejercicio de situar en la España del siglo XXI la trama cinematográfica. Porque ciertamente da la sensación de que este año hay quienes han entendido que la democracia puede quedar en un segundo lugar ante sus consideraciones sobre los valores patrios. Y que se intente pasar un tupido velo sobre el asunto no es de recibo.
Lo malo de que la democracia haya superado los cuarenta años de vida es que se olvida lo que le costó a varias generaciones conseguirla. Como también se olvidan las trabas que, a sangre y fuego, colocaron muchos para que aquel barco naufragase.
Como también en Estados Unidos deberían revisar la película, con un arranque con manifestaciones cruzadas ante la Casa Blanca que parecen copiadas de lo vivido este año con las elecciones.
Ya se sabe:el que no aprende de su pasado, acaba tropezando con él de nuevo. Como con la piedra.