A cara descubierta

El valor de la solidaridad

En Canarias esta solidaridad es la que sostiene a muchas familias por no hablar del apoyo que se hace a los migrantes que llegan a nuestras costas a bordo de un cayuco. Para ellos, los voluntarios de la Cruz Roja que los reciben, los atienden, les dan su mano y juegan con los pequeños cuando llegan desorientados a la costa, son el faro de la esperanza.

Tuve ocasión de verlo hace tiempo en el muelle de La Restinga. Ahí entendí los fundamentales que son los voluntarios de la Cruz Roja, personas que sin cobrar un solo euro, prestan el poco tiempo libre que tiene para acudir a cada llamada de embarcación que se acerca a la costa. Allí me di cuenta de que sin ellos dar un trato digno al migrante sería imposible y que son ellos los que sostienen este sistema mientras que gran parte de los fondos públicos que se destinan a esta organización se diluyen en los despachos. 18.000 voluntarios tiene la Cruz Roja en Canarias y de estos, 3.600 prestan su solidaridad de forma permanente. La organización tiene 58.000 socios que apoyan con su esfuerzo cada gesto.

Solidaridad es también la que da cobijo a Moussa después de que el Sistema de Protección Internacional lo dejara literamente en la calle tras cumplir los 18 y no quererse ir a Sevilla porque quería vivir en Canarias, donde había empezado un curso de formación y tenía amigos.

Una madre de acogida, con dos hijos, lo ayuda para que tenga un futuro mientras la administración mira para otro lado. Hay muchos Moussas y muchas personas con historias que se repiten y que, gracias a la solidaridad, tienen final feliz. Afortunadamente.