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Un otoño de contradicciones

Primera plana ·

El periplo judicial que le aguarda a Podemos incita a que el PSOE rompa el pacto tal como le pide el cuerpo a gran parte del aparato que suscribió la alianza

Martes, 18 de agosto 2020, 08:37

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A partir de septiembre la batalla presupuestaria determinará la viabilidad del actual Gobierno. Con todos, unos y otros, los del poder y los de la oposición, tienen por delante que digerir múltiples contradicciones que, de paso, dirimirán el futuro del respectivo proyecto. El caso más sangrante es el de Ciudadanos que en apenas unos meses tendrá que transcurrir por el viacrucis de, primero, rechazar la moción de censura presentada por Vox para después, segundo, teóricamente respaldar las cuentas estatales de Pedro Sánchez y acabar, tercero, haciendo campaña en Cataluña. Para entonces, ¿qué electorado catalán le quedará por seducir a Ciudadanos? Ninguno, tras semejantes vaivenes; la veleta denunciada por Santiago Abascal. El batacazo está garantizado. Por eso Carles Puigdemont está tratando de retrasar todo lo posible, vía Quim Torra, los comicios de cara a enfatizar la precaria situación de Inés Arrimadas y, no siendo menos, perjudicar a Sánchez en la tramitación parlamentaria de los Presupuestos Generales del Estado que, de no salir, conllevaría la disolución de las Cortes Generales e ir a votar.

Esa marea procelosa de contrariedades es la que la derecha exprime al máximo en aras de debilitar al Gobierno de coalición. Y, ciertamente, mal papeleta para Podemos el tener que tragar, primero, con la vocación borbónica del PSOE y, segundo, asimilar que Ciudadanos marcará de algún modo la orientación de la política económica. Casar todo esto no es nada sencillo. Puede que la operación, el malabarismo de Sánchez, acabe bien y, por ende, tendría asegurada la legislatura. Pero cualquier tropiezo político puede pagarse muy caro. La presión es enorme.

El periplo judicial que le aguarda a Podemos incita a que el PSOE rompa el pacto tal como le pide el cuerpo a gran parte del aparato que suscribió la alianza con Pablo Iglesias porque la prueba de repetir las elecciones en 2019 fracasó. Eran los meses en los que Sánchez no podía dormir y jugaba a distraer la voluntad de negociación para conformar un Gabinete pensando, y estimulado erróneamente por José Félix Tezanos desde el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que en una segunda vuelta electoral subiría en votos y escaños. Error, craso error. Eso sí, Sánchez no expulsará a Iglesias y sus ministros porque sabe que sería la antesala de su propia caída de La Moncloa. Por lo que tan solo se soportan en medio del desmoronamiento político que atañe al sistema y que, en breve, Cataluña recrudecerá.

Si el PSOE se deja guiar por el CIS, mal horizonte le espera. La generalidad de las encuestas apuntan a que sería hoy por hoy primera fuerza y que, en el mejor de los supuestos, se acercaría al 30% de los sufragios. Pero un retroceso considerable de Podemos repercutiría en contra de los mismos intereses socialistas. Es decir, el tablero está cogido con pinzas. Y los nacionalismos periféricos aprovecharán la ocasión para apretar las tuercas al PSOE que, en última instancia, también tendrá sus contradicciones internas al verse abocado a entenderse con ellos o abrazarse al PP (¿qué sería de aquel 'no es no'?). Ya pasó el episodio a comienzos de año, pero lo importante es que aquello no fue algo puntual sino un hecho con vocación periódica acorde a un arco de partidos muy fragmentado.

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