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Algunos siente miedo. Otros compasión. Muchos desconfianza o repulsa. Yo siento desprecio. Desprecio actitudes insolidarias y afirmaciones atávicas. Memorias selectivas que olvidan nuestro pasado migrante. En estos días en los que se pone a prueba nuestra paciencia. Días en los que la sensibilidad de un pueblo está en entredicho. Horas en la que la respuesta se mide en inmediatez o desidia. En tiempos en los que la solidaridad se exige casi por caridad, aflora lo mejor pero también lo peor de nosotros. Ante esta catástrofe humanitaria es realmente sorprendente que tantos indignados cobardes se hayan mostrado en las redes sociales reticentes a aceptar refugiados con posturas xenófobas o la demagogia egoísta del «primero, nosotros».

La realidad nos ha golpeado de nuevo con la llegada en las últimas horas de otra patera a Arguineguín. O un barco a la deriva por el Mediterráneo. De Trump, sin embargo, no espero nada bueno. Las vallas son antitrepa, los muros se hacen más altos, los diques más largos, las plantillas de las fuerzas de seguridad se refuerzan, los acuerdos económicos con los vecinos para que impidan la entrada se aumentan, el nivel de exigencia de la Unión Europea para que las fronteras no se vulneren se extreman. La amenaza terrorista es una realidad, el contagio de epidemias también, por eso todas las medidas, en general, se implementan por miedo.

Sin embargo, siguen llegando inmigrantes, jugándose la vida en el viaje. La mayoría trataron de venir a Canarias o cruzar las fronteras saltando las verjas o embarcados en pateras, aunque su desesperación por prosperar los empujó a navegar hasta en balsas de juguete o simples flotadores. Hace falta trabajar en campañas de sensibilización para explicar a estas personas que no arriesguen sus vidas de ese modo. Sin embargo, es una quimera inculcarles la necesidad de venir aquí con toda la documentación en regla porque ni siquiera eso garantiza un trabajo asegurado digno. Arriesgar sus vidas en pateras puede ser la solución para algunos afortunados al año, pero no para África en su conjunto. Porque para la mayoría la patera es un ataúd flotante. Hace falta un trabajo de más compromiso, y organizarse para crear una África con esperanza.

Y nosotros no podemos olvidar nuestra historia. Es la primera vez que el número de desplazados supera al de las guerras mundiales. Entonces, fuimos los europeos los que huíamos de la persecución. Muchos canarios viajaron a Venezuela u otros países americanos. Si mantenemos nuestra propia historia en la memoria, no repetiremos muchos de los errores ya cometidos. Y evitaremos más muertes.

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