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El Ministerio de Cultura acaba de tomar una determinación que impacta en la exquisita sensibilidad nacional-nacionalista del señor Ruano, don José Miguel, actual vicepresidente ... segundo del Cabildo tinerfeño: se trata de «una decisión sorpresiva, unilateral y fuera de derecho», dijo tan experimentado político.
No es -insisto- un aficionado, sentimental isleño o alguien desconocedor de la cosa pública, no. Lo avalan su entrega a ella en cuerpo, alma y ritmos cardíacos durante al menos tres decenios y pico: señoría parlamentaria, alto cargo político de CoATIción Canaria en gobiernos autonómicos (secretario general técnico de alguna consejería, director de la Oficina de Análisis y Estudios del Gabinete presidencial...). Sumemos las responsabilidades como consejero de Educación, Cultura y Deportes y de Presidencia, Justicia y Seguridad. (Permítame añadir, estimado lector, otro gran mérito: se trata de un grancanario - símbolo, ejemplo de que la interesada disputa entre las dos islas capitalinas -chicharreros ↔ canariones- al fin está superada, loado sea Alcorac.)
Resulta ser lo siguiente: el señor ministro, en cumplimiento de la Carta de compromiso ético redactada y aprobada por su departamento según dictados de la Comunidad Europea y, por tanto, aplicable a todos los museos del Estado, ordena la retirada de la momia guanche expuesta desde 2015 hasta hoy en el Museo Arqueológico Nacional madrileño. Se trata de un cadáver reseco y de rasgos negroides (siglos XII – XIII) encontrado junto a otros cientos en el barranco de Herques (¿dónde están?), divisoria entre los tinerfeños municipios de Güímar y Fasnia. Y por aquello del vasallaje, trofeo de guerra o desprecio a los isleños, alguien o alguna institución tinerfeña (oficial o no) se la regaló a Carlos III (no el británico, sino el Borbón del siglo XVIII), privadito su juicio que quedaría el hombre, ¡ditoseadiós!
Y como la Carta dispone, la momia del adulto cuarentón pasará a otra dependencia o almacén para evitar su exposición pública, es decir, «la exhibición de restos humanos». Según leo en CANARIAS7, «el documento recomienda un tratamiento de respeto y dignidad, conforme a los intereses y creencias de sus comunidades de origen». Además, «la exhibición de este tipo de vestigios podrá realizarse solo cuando sea imprescindible».
Presto, veloz e impactado por tal «tropelía goda», el Cabildo tiñerfeño considera «Una ofensa para los canarios» (abc.es) la marginación y reclama el traslado a Nivaria, «el lugar en el que debe estar y donde podemos hacer un mejor uso de ese elemento de tanto valor patrimonial». Supongo pues, que será con el propósito de exponerla para la recreación pública, ajeno a las intenciones 'éticas' ministeriales y de muchos ciudadanos, entre los cuales me incluyo. (Me lo replantería si a través de doña PPepa, señoría y años atrás defensora de Fernando Guanarteme desde el estrado parlamentario, CoATIción diera pistas de dónde -un suponer- lo ocultan para escarnio o coña ante la Gran Canaria, malévolos que son algunos.)
Expuesta de tal manera la cuestión, surge de inmediato en Canarias la polémica. Así, el titular de un reportaje sobre el tema (La Provincia): '¿Es ético exhibir restos humanos?'. Añade como subtítulo la siguiente observación: 'El Museo Canario y el Museo de Ciencias Naturales [Tenerife] se alejan del debate abierto'. De lo cual deduzco que si se devuelve a la isla tinerfeña, su instalación definitiva será el MUNA (Museo de Naturaleza y Arqueología). Es decir: la negativa para mostrar restos humanos en museos ministeriales permitiría, por contra, su exhibición en Tenerife (¿cuestión de sensibilidades?).
Y como el ministerio esgrime el «compromiso ético», me parece interesante echar mano al Diccionario para indagar sobre el significado de tal construcción, pues me afecta directamente. Así, define la voz 'ético' como 'Conforme a la moral', es decir, a 'lo honesto, decoroso, decente, honrado, íntegro, recto, justo, puro'. De ahí mi flagelación mental, desequilibrio anímico y desarreto sensorial frente a mi supuesta integridad, pureza, honestidad, decoro o rectitud. ¿Por qué? Lo aclaro.
Corría el año 74 del siglo pasado cuando visité Madrid por primera vez. Quise aprovechar la oportunidad para ver, a centímetros de distancia, la momia tinerfeña expuesta en una larga vitrina. Su extraordinaria conservación me sorprendió, pues algunos años antes había visitado (también primer encuentro con la institución) el hoy entrañable Museo Canario, donde me familiaricé con esqueletos y cráneos aborígenes (muchos, de Gáldar). Y por el ciclo de Estudios Canarios (universidad lagunera) estuve en algún museo santacrucero dirigido por don Luis Diego Cuscoy, interviniente en el mismo encuentro. Vi allí algo parecido a una momificación, pero muy deteriorado.
Salí del Museo Arqueológico Nacional emputado y sorimbado por cómo, ya desde mi primera juventud, me habían estafado 'sabios' canariólogos: fueron mentiras, trolas y patrañas fascistas - racistas las informaciones recibidas en torno al origen europeo de las primeras poblaciones isleñas. Pero a la vez, y por oposición, confirmé las osadas afirmaciones (por científicas) de algún profesor universitario (Ciclo de Estudios Canarios) sobre su africanidad: se trataba de bereberes, no de arios. ¿Qué descubrí frente a la momia guanche? Algo contundente: pelo negro, nigérrimo, aparentemente ensortijado; corta medida corporal; 'la color' de su tez tirando a oscura. Estos y otros rasgos echaron por tierra las 'lecciones' anteriores: ¡mi ancestro ni era rubio, ni de rostro sonrosado o blanco! Más: ni tan siquiera destacaba (a pesar del natural encogimiento corporal) por su altura (1,62 metros).
Es decir, nada parecido a la especie de superhombre centroeuropeo cuya antigua presencia en las islas había sido difundida por falsos cronistas invitados a mi pueblo (quincenas culturales organizadas por el Casino de Gáldar), exaltadores del modelo viril defendido (supuestamente) por Nietzsche. (Conservo en mi memoria este ejemplo: el guanarteme galdense, tras vencer a los portugueses desembarcados en el Norte grancanario, dio su brazo al capitán Silva para bajarlo hasta la costa y acceder a su barco, por allí anclado. El portugués, a cambio, le regaló una pareja de gatos. De ahí el nombre de 'Cuesta de Silva'. ¡Menuda batata, ditoseadiós!)
Por tanto, si no eran centroeuropeos, ¿de dónde procedían? Hoy ya lo sabemos: del Atlas marroquí, de las costas africanas, del continente vecino: ¡ni vikingos, normandos o acaso paisanos de Astérix y Obélix! Mucho menos entonces, concluí, sin relación con la raza aria, más pura y superior tal como pregonaban en las aulas del Bachiller quienes estaban encargados de la propaganda fascista a través de la (De)Formación del Espíritu Nacional.
Notoria contradicción la mía, en definitiva: con el máximo respeto a quienes piensan lo contrario y defienden la hipotética exposición museística, me adhiero a la Carta arriba nombrada: los restos momificados o no de un ser humano -otra cosa es la reproducción a través del arte o réplica fidedigna- deben ser respetados, no escaparateados. Sin embargo, gracias a la visita al museo madrileño pude confirmar todos los rasgos físicos ya apuntados. Puedo escribir, como riguroso pretexto, que nunca me llevó a su contemplación un sentimiento morboso, malsano o patológico, muy al contrario: ante dos opiniones contradictorias (la fascista y la científica) debía investigar cuál de ellas era la verdadera. Y aprendí. Y así lo llevé al aula.
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