Antonio Henríquez Jiménez, el riguroso filólogo al fin recuperado

Se trataba de dos políticos de diferentes generaciones, distintos partidos, muy distanciados en lo ideológico, de dos islas (respectivamente, una oriental; la otra, occidental) y cuyos votos residían en cada una de ellas (Gran Canaria y Tenerife), ambas a veces encerradas en planteamientos insularistas muy trasnochados («canariones, chicharreros», como poco). Pero a pesar de las divergencias, los señores Olarte Cullen - García Ramos limaron posibles asperezas y coincidieron en la urgente necesidad de romper el monopolio lagunero y crear la ULPGC, pues incluso el Colegio Universitario de Las Palmas dependía de aquel. (O tempora, o mores!, '¡Qué tiempos, qué costumbres!'.)

(Valga también como ejemplo de la dependencia una anécdota personal. A finales de los 70 formé parte de un tribunal de Selectividad. No recuerdo si el profesor universitario Fernando García-Ramos -no Juan Manuel- figuraba como presidente del mismo o secretario, pero había sido nombrado por la Universidad lagunera. Fruto de una de las tantas conversadas con él durante aquellos días conservo como imperecedero regalo personal un folio manuscrito de su frustrado 'Himno a Canarias',, encargo de la Junta de Canarias. Yo le había sugerido que el tema de su conferencia a los alumnos se centrara, precisamente, en el mismo canto.)

Para el señor Olarte Cullen la creación de la ULPGC significó un triunfo en su isla, el reforzamiento de su indiscutible liderazgo. Para Juan Manuel García Ramos -muchos lo llamaron «traidor»- pudo significar el fin de su prometedora carrera política. Algunos fanatizados tinerfeños confabularon para, de manera simbólica, figurada o metafórica, condenarlo a la pérdida de su condición de ciudadano tinerfeño. Más: incluso escuché a algunos en una bodega lagunera que su nombre debía ser destacado como desleal a los intereses de la Universidad de San Fernando, a fin de cuentas ya ejercía como profesor en sus aulas.

Sin embargo -y es de justicia el público reconocimiento al catedrático universitario García Ramos, Juan Manuel- se impuso su visión de la universitās magistrōrum et scholārium ('comunidad de profesores y académicos'), etimológicamente relacionada con las voces latinas universalis ('universal') y universus ('universo'): la Universidad lagunera, a pesar de sus edades (fue fundada en 1745), no podía condicionar e impedir la correspondiente a las islas orientales (Gran Canaria, Fuerteventura, Lanzarote, La Graciosa).

Ya en julio de 1990 fue creada la Facultad de Filología con cuatro variantes o especialidades: Hispánica, Inglesa, Francesa y Clásica. La primera (Hispánica) acogió a un buen número de profesores de instituto (catedráticos, mayoritariamente), cuyos currículos profesionales y experiencias acumuladas en las aulas avalaron la muy prudente y acertada elección. Es el caso, por ejemplo, de los profesores Samper Padilla, Trapero Trapero, Páez Martín, Marrero Pulido, Padorno Navarro… y las doctoras Escobar Bonilla y Arencibia Santana, entre otras. Al paso de los años la plantilla se fue ampliando y se incorporaron muchos otros provenientes también de institutos y, tímidamente, licenciados ya formados en sus instalaciones del Obelisco.

Fue entonces cuando quienes conocíamos profesionalmente al profesor Henríquez Jiménez a través de distintas publicaciones especializadas (Boletín Millares Carlo, Philologica Canariensia, Anuario de Estudios Canarios, Anuario de Estudios Atlánticos... y el inmenso ventanal de BienMeSabe.org) aventuramos su inmediata llamada por parte de la ULPGC. Al fin, por fin, el rigor científico de sus investigaciones (he rastreado desde el año 1994) lo hacía merecedor de tal convocatoria y al fin, por fin, los futuros licenciados de la misma iban a conocerlo y, sobre todo, a escucharlo, a aprender. Pero pasaron años y la tan reclamada ULPGC acaso lo había olvidado, quizás nada sabía de él o, tal vez, hizo intencionado mutis por el foro. (¿Por qué, a pesar de su brillantísimo currículo profesional y las frecuentes invitaciones de otras universidades, muy interesadas en sus trabajos?)

Ahora, en 2024, con decenios de retraso, la ULPGC reconoce -¡al fin, por fin!- la labor del profesor Henríquez Jiménez, documentado y riguroso filólogo (el dominio de las lenguas clásicas y otras modernas lo potencian): el Servicio de Publicaciones y Difusión Científica dirigido por el catedrático Martín Rodríguez (auténtico impulsor de la edición) publica los cuatro tomos correspondientes a su trabajo de decenios (fui testigo directo en el Museo Canario) en torno a Templo Militante, siglo XVII. Tardío reconocimiento... pero corrige tal aparente indiferencia, marginación o acaso imperdonable desconocimiento de su trabajo como investigador. (¿O quizás…?)

Hablo, como profesor interesado («y aprendido»), de uno de los grandes intelectuales canarios y nacionales cuyos trabajos (lingüístico-literarios) sobre distintos autores clásicos de nuestra tierra y otras (el italiano Torcuato Tasso, por ejemplo) dan fe de buen hacer e inteligente actividad investigadora. (Y cuando digo «clásicos» me refiero no a la secular lejanía cronológica sino, y sobre todo, a 'que se explican y comentan en clase' por más que, a veces, nuestros profesores -salvo excepciones- alegan desconocimiento de los mismos para incluirlos en su aula y se entretienen con el Poema del Çid, por ejemplo, con todos mis respetos: a fin de cuentas, interesante documento que muestra el entendimiento entre Iglesia y feudalismo.)

El profesor Henríquez Jiménez -en conclusión- nunca fue llamado a las aulas universitarias de la ULPGC. Y no porque sus actividades profesional e investigadora fueran mediocres con algún acierto como excepción, en absoluto. Desde el milenio anterior sus publicaciones comenzaron con el rescate e inmediata difusión entre especialistas y reconocimientos sobre el movimiento modernista canario. Así, por ejemplo, solo cito unos pocos títulos de tal amplísima bibliografia: Saulo Torón, prosista. Quince textos exhumados; Alonso Quesada. Smoking-Room; Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar de Tomás Morales. Materiales sobre la recepción; Alonso Quesada. En el solar atlántico. Panorama espiritual de un insulario… (Más aún: ¿por qué la muy prestigiosa Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes reseña algunos de sus títulos como Alonso Quesada, Agustín Millares Carlo, Argote de Molina y el solar norte de la catedral?)

Ya ve, estimado lector: tan inteligente y universal cohesión entre los señores Olarte Cullen y Garcia Ramos (Juan Manuel) cuarenta y tantos años atrás a pesar de sus divergencias políticas y casi los mismos para, al fin, por fin, abrirle las puertas de nuestra Universidad en este 2024 a Antonio Henríquez Jiménez. (¿Que cuáles fueron las justificaciones durante años anteriores? Las desconozco, pero las sospecho casi sin temor a equivocarme: las universidades, como instituciones, también están formadas por personas.)