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El ministro y la realidad

Del director ·

Cuesta determinar si lo peor es cómo se gestiona o cómo se explica lo inexplicable

Martes, 17 de noviembre 2020, 07:09

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Que un ministro se haga el remolón en la toma de una decisión porque hay otros criterios que no puede hacer públicos, se entiende. Pero no que no cuente la verdad, no tiene excusa. O que lo que cuente se parezca como un huevo a una castaña a la realidad. Yque lo haga en directo, en un programa de máxima audiencia y sin que se le altere el rictus ya es cosa preocupante.

Es lo que pudo pensar ayer más de uno viendo con qué contundencia afirmaba el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que los inmigrantes solo están 72 horas en el muelle de Arguineguín. Además de que podrían desmentirlo los afectados en el momento en que se permitiera a la prensa acceder a ellos, ahí están sindicatos policiales y organizaciones no gubermanentales para poner las cosas en su sitio, esto es, para dejar muy clarito que el ministro no dijo la verdad. Claro que siempre cabe la disculpa de que a él se lo contaron así y lo creyó. Si así fuera, habría que mirar hacia la Delegación del Gobierno, pero desde el minuto uno da la sensación de que no hay nadie en esa plaza. Lo hubo el día en que anunció que vendrían miles de inmigrantes y después desapareció, pues la evidencia demuestra que no pudo o no supo hacer nada al respecto.

Llega un momento en esta crisis migratoria que cuesta determinar si lo peor es cómo se gestiona o cómo se explica lo inexplicable. La capacidad del Gobierno central para meter la pata y hacerse enemigos parece infinita. No hay más que recordar que al nuevo obispo de la Diócesis Canariense, José Mazuelos, le ha bastado con un mes de estancia oficial en esa plaza para tener claro lo que está pasando y dónde están las culpas.

Claro que también están los que actúan por omisión. Me incluyo en el club de los que se preguntan qué espera el Diputado del Común para personarse en Arguineguín, como también creo que Fiscalía y judicatura podrían hacer algo más. Incluso bastante más. Lo digo porque las dos ocasiones en que se ha personado el magistrado Arcadio Díaz Tejera han sido positivas para destacar la indignidad del trato que se presta a los migrantes, pero uno se pregunta si no hay un resquicio legal que permita obligar al desmantelamiento. ¿Es esa la solución? De manera definitiva, desde luego que no, pero cada día que pasa con personas soportando bajo carpas el calor que hace en Arguineguín durante 360 días al año es una demostración de un fracaso colectivo. Y ya que un ministro se permite contar las cosas como no son, pues que alguien mueva un dedo.

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