
Una sexualidad sana y plena, es posible (I)
Miguel Ángel Rodríguez Sosa
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 14 de julio 2024, 23:24
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Miguel Ángel Rodríguez Sosa
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 14 de julio 2024, 23:24
Imagínate que cada persona podamos vivir nuestra sexualidad con alegría, confianza, respeto y libertad, sin el peso de los prejuicios ni las cadenas de las ... limitaciones sociales. Imagínate que construyamos una sociedad donde la sexualidad sea vista como una expresión maravillosa de nuestra esencia, tan natural como el latir de nuestro corazón, tan importante como soñar. ¿Suena sorprendente? Pues quiero decirte que ¡es posible, necesario y que está al alcance de la mayoría!
Estarás conmigo que la sexualidad es uno de los temas importantes y naturales de nuestra vida, sin embargo, muy a menudo ha estado rodeada de confusión, vergüenza y desinformación, no solamente entre los jóvenes, los adultos hemos cargado durante muchos años, con una pesadísima 'mochila' llena de culpa. Así se entiende lo mal que la hemos vivido muchas personas y los problemas que genera, tanto a nivel personal como social: baja autoestima, disfunciones sexuales, conflictos de pareja, embarazos no deseados, enfermedades, prostitución, acoso, violaciones...
La sexualidad es una parte integral de nuestra identidad, una fuerza vital que nos conecta con nosotros mismos y con los demás. Vivirla de manera sana y plena no solo nos brinda placer, sino que también nos enriquece a nivel emocional, mental y espiritual. Es un viaje de autoconocimiento y aceptación que nos invita a explorar nuestras emociones, deseos y límites con respeto y amor propio.
Los mayores obstáculos que nos han impedido vivir una sexualidad plena y saludable son la falta de una adecuada educación afectivo-sexual, los prejuicios y las limitaciones sociales. Estos se presentan en forma de estereotipos, tabúes y juicios morales que nos encasillan y nos impiden disfrutar plenamente. Pero es hora de construir una nueva época, una que celebre la sexualidad como un acto de amor que nace del corazón. Esto implica cuestionar y desafiar las normas sociales, religiosas y culturales que limitan nuestra expresión sexual. Por eso es necesario poder dialogar de forma honesta y abierta, compartir nuestras experiencias, miedos y deseos sin temor al juicio.
Para mi, una sexualidad sana es aquella que trasciende el terreno de lo genital, que se vive con consentimiento, comunicación y responsabilidad. Es comprender y respetar nuestros propios límites y los de los demás, es aprender a decir 'sí' con entusiasmo y 'no' con firmeza. Es abrirse a la posibilidad de experimentar, siempre dentro de un marco de respeto y cuidado mutuo.
También es sentir, es tocarnos, es abrazar con el cuerpo y entregarse a crear mil maravillas y cientos de sensaciones, es el mejor de los deportes, pues cada cuerpo en el terreno de juego es capaz de maravillar al 'oponente', de sostener la varita del placer, de escuchar a su piel y de esclarecer la mente. Y todo esto sin más publico que dos cuerpos y dos almas fundiéndose.
Para lograr esto, es fundamental la educación afectiva y sexual. Desde temprana edad, los padres deben facilitar información veraz y completa sobre nuestro cuerpo, nuestras emociones y nuestras relaciones. La sexualidad debe ser abordada de manera integral y holística, buscando una conexión más profunda y auténtica con uno mismo y con los demás. Esta educación, complementada con la que se imparte en los colegios, proporcionará las herramientas necesarias para tomar decisiones informadas, empoderarse y ayudar a desarrollar una actitud positiva y respetuosa hacia la sexualidad propia y la de los demás.
Vivir nuestra sexualidad sin prejuicios también significa abrazar la diversidad, cada experiencia es válida y valiosa, y cada uno tiene el derecho a vivir su sexualidad de la manera que le haga sentir más feliz. Además, nos ayuda a reducir el estrés, a mejorar nuestro estado de ánimo y a fortalecer nuestras relaciones. Nos hace sentir más seguros y conectados con nuestro cuerpo, y nos permite expresar amor y afecto de forma más íntima y profunda. Nos brinda una sensación de felicidad y satisfacción que puede mejorar nuestra autoestima y confianza. Una vida sexual activa fortalece nuestro sistema inmunológico y mejora nuestra calidad de vida.
Hacer el amor con uno mismo, es otra fantástica manera de amar(nos). Explorar nuestra sexualidad de manera individual es lo mejor para poder disfrutar plenamente de nuestro cuerpo y de las sensaciones que nuestra maravillosa biología nos permite tener. De hecho, pienso que no deberíamos nunca dejar de hacerlo, ni siquiera cuando tengamos una activa vida sexual compartida. Adentrarnos en el terreno de nuestra intimidad nos permite conocer qué nos gusta y qué no, y nos ayudará cuando tengamos relaciones con otras personas, a que sean más placenteras.
Sí, vivir y hablar con naturalidad sobre la sexualidad es fundamental para fomentar relaciones sanas, para una mejor comprensión de uno mismo y para crear una sociedad más justa, informada y respetuosa. Por eso, te invito a redescubrir la sexualidad con una mirada fresca y libre.
Se trata de cuidar de ti mismo, comunicar tus deseos y límites, respetar a los demás y celebrar la diversidad. Yo lo estoy haciendo a mis 56 años. Porque vivir una sexualidad sana y plena es, en última instancia, vivir una vida más auténtica y feliz. ¡Atrévete a ser parte del cambio y a vivir tu sexualidad de manera más auténtica!
Y es que nos dijeron que la sexualidad era solamente para tener placer e hijos, nos ocultaron el poder creativo de nuestra energía sexual, somos hijos del amor, del sexo (por tanto de la sexualidad) y la sexualidad es una expresión divina. Volvieron el sexo algo pecaminoso, común, ordinario y mundano, de nosotros y nosotras depende que volvamos a hacerlo sagrado. ¿Te lo imaginas?
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