Medidas por irresponsables

Nos acercamos sin remedio a la cuarta ola del coronavirus sin que la llegada de las vacunas haya frenado el avance de la enfermedad, por desabastecimiento, por incompetencia o, también, por irresponsabilidad. Lo vivimos tras el pasado verano, luego en Navidad y después de las fechas de carnaval, cuya cancelación no evitó indignantes escenas y pelucas fuera de control. Resulta difícil conseguir el equilibrio entre salud y economía, pero yo no tengo dudas sobre cuál es la prioridad.

Ahora, con la sospecha de la Semana Santa en el horizonte, el Gobierno central y el de Canarias se apresuraron con una maraña de restricciones y prohibiciones condicionadas por los lobbies empresariales para intentar frenar otro repunte de casos y muertes. Los bienintencionados hacen ahora llamamientos a la solidaridad para evitar comportamientos irresponsables en los próximos días, que sabemos con certeza son los causantes de otra ola de infectados y la crisis consiguiente. Sin embargo, hay que abrir la mano porque si no morimos del virus, moriremos de hambre.

Lamentablemente las restricciones impuestas demuestran el fracaso de nuestra sociedad, porque los insolidarios derrotan a los solidarios, a la importante parte de la sociedad que con su sensatez da ejemplo de civismo cumpliendo rigurosamente las normas y que sufre las consecuencias de su insensatez.

Demuestra que tenemos grupos, más numerosos de lo que los optimistas a veces señalan, que no tienen en cuenta que su manera de actuar afecta al resto y si lo tienen les importa poco. Que su comportamiento incívico provoca contagios, restricciones, ingresos hospitalarios, dolor, sufrimiento, pérdidas de empleos, quiebra de economías y muertes.

Porque a día de hoy en esta guerra que tenemos con el virus y sus colaboradores, los insolidarios están venciendo a los solidarios, los irresponsables a los responsables, los insensatos a los sensatos, con la colaboración por cobardía o inacción de los poderes del estado.

Lamentablemente esta situación de riesgo se está demostrando que no se soluciona con campañas de concienciación, buenas palabras, o intentos de convencer a los inconvencibles, se soluciona con una palabra que genera recelos pero que puede ser hoy la única eficaz: con represión contra los que ponen en peligro al resto. Y aunque no se justifique la chapuza de medidas del gobierno, es mejor quedarse en casa en Semana Santa.