Me pido un Supremo para Reyes
«¿Es legítimo que piense que este magistrado ha podido dejarse llevar por las presiones de la banca?»
Gaumet Florido
Pues va a ser que no. Eso de que la justicia es igual para todos no es más que un engañabobos que nos colaron en la Constitución. Ahora entiendo a los independentistas catalanes, esos mismos que se permiten el lujo de ir dando lecciones de democracia mientras, a cara descubierta, y sin ponerse coloraos, instan al Gobierno central a saltarse la sacrosanta división de poderes para que intervenga en el aparato judicial y salve a sus particulares mártires de la causa.
Y los entiendo ahora cuando veo la insólita decisión adoptada por el Tribunal Supremo de tomarse un tiempo para decidir si mantiene o no la jurisprudencia a la que dará lugar una sentencia que daba la razón a los clientes frente a los bancos en la particular guerra abierta por las hipotecas. Venía a decir que son las entidades financieras, y no los clientes, los que han de hacer frente al impuesto de actos jurídicos documentados. El presidente de la Sala de lo Contencioso del alto tribunal español, Luis María Díez-Picazo, decidió convocar un pleno de esa instancia, la contenciosa, para valorar qué camino seguir dada la «enorme repercusión económica y social» de ese fallo.
¿A qué repercusión alude Díez-Picazo? ¿A la cuenta de resultados de los bancos, que, encima que nos asaltan con comisiones y cláusulas abusivas, nos restriegan sus beneficios anuales cada cierre de ejercicio? Debo ser un inconsciente, o un paranoico, pero ¿es legítimo que piense que este magistrado ha podido dejarse llevar por las presiones de la banca? ¿Será que tienen razón los independentistas? ¿Que esa independencia del sistema judicial es solo una suposición, una hipocresía institucional que nos obliga a muchos y que beneficia a unos pocos?
No sé qué decidirá al final el Supremo, pero a mí, de entrada, me hubiera gustado que los magistrados de turno se hubiesen reunido antes para valorar la repercusión de tantos fallos que avalaron miles de desahucios instados precisamente por los bancos en los años más cruentos de la crisis, cuando no paraba de llover miseria. Yo también me pido un Supremo así, como el de los bancos. Y un Gobierno central que me rescate cuando lo necesite. Se lo pediré a los Reyes. A los Magos, quiero decir.