Excavación por Arqueocanaria en el Llano de las Brujas (Telde).Arqueocanaria
¿A por otros treinta años más?
«En la excavación del Llano de las Brujas por primera vez un equipo profesional actuaba en un escenario arqueológico»
Marco Moreno / Gerente de Tibicena
Las Palmas de Gran Canaria
Sábado, 28 de diciembre 2024, 21:16
Las efemérides sirven para refrescar nuestra memoria. Ciertos hitos jalonan nuestra imaginaria flecha del tiempo, de forma que su visita nos trae el pasado al presente. De aquella mirada nace el posible valor histórico de tales eventos, ya que nos posibilitan repensar de forma crítica ... cómo hemos llegado hasta aquí, o incluso, para los más osados, proponer, con más riesgo que garantías, tendencias y escenarios futuribles. Y es que en este 2024 que se acaba nos encontramos con un hito apreciado por pocos. Me refiero a la excavación del yacimiento arqueológico del Llano de las Brujas (Telde) por la empresa Arqueocanaria en 1994, donde por primera vez un equipo profesional actuaba en un escenario arqueológico con unas necesidades concretas a solventar. De forma previa se realizaron excavaciones, pero en este contexto, utilizamos el adjetivo de profesional para referirnos a aquellas personas que transformaron sus conocimientos en competencias, permitiéndoles resolver problemas vinculados al patrimonio arqueológico, a la vez que se generaba conocimiento. Lo que hace destacable aquella intervención es que el equipo que la realizó sigue activo en la actualidad, dirigida por aquel entonces por Valentín Barroso y Cheli Marrero.
El inicio de estas empresas en Canarias se realizó con retraso si lo comparamos con otros escenarios como Andalucía, Madrid o Cataluña. Esto se debió, básicamente, a la vertebración del modelo de trabajo, a través de El Museo Canario y el SAMC (Servicio Arqueológico de El Museo Canario), un servicio que, sin figura jurídica alguna, monopolizó durante casi 15 años los servicios arqueológicos en la mayor parte de la provincia de Las Palmas.
No obstante, al calor de este sistema se conformó en Tenerife en 1987 el Gabinete técnico de Arqueología SAL, pero con una corta vida, debido a la falta de rigor y compromiso de las entidades públicas, lo que obligó a su cierre (1992).
Los trabajos en el Llano de las Brujas abrieron, sin saberlo, el camino a otras empresas en Canarias. Los equipos de arqueología profesional fueron la respuesta a los problemas que generaban las urgencias o hallazgos casuales a la administración, disponiendo de la agilidad, versatilidad y conocimiento necesario para la resolución de las diversas complicaciones que de forma previa hicieron saltar las costuras al sistema patrimonial canario. Valga como recuerdo la necrópolis de Maspalomas, las Cuevas del Rincón o los restos aparecidos en el campus de Lomo Blanco.
A pesar de la desconfianza inicial mostrada desde ámbitos universitarios por estos nuevos profesionales, tras la aparición de Arqueocanaria surgieron otras referencias, tanto en Gran Canaria (Tibicena, ProPac, Patrimonia), como en Tenerife (Prored y Cultania), además de varias personas que trabajando como autónomas bajo nombres comerciales se reparten por todas las islas, creando junto a las administraciones un ecosistema dependiente e interrelacionado. Así, en el año 2022 las ocho sociedades documentadas en Canarias tuvieron unos rendimientos brutos de unos 3,5 millones de euros, aproximadamente. Esas ocho empresas suman un total aproximado de unas cincuenta personas trabajando, a lo que hay que sumar un número no cuantificado de autónomos que trabajan en el archipiélago.
Desde el inicio estos equipos ampliaron su cartera de servicios, de tal forma que excavar era solo una parte de su trabajo. Museografía, propuestas didácticas, difusión o la propia gestión de espacios se convirtió en su día a día. Hoy en día parece claro que, como dicen muchos compañeros, «de la arqueología no se puede vivir», por lo que cada vez se diversifica más el alcance de estos equipos, cuya dependencia de las administraciones públicas es bastante alta, y en algunos casos, casi absoluta. Tal es la fragilidad del sistema que rara es la empresa canaria que en los últimos tiempos no haya cerrado un año en números rojos.
Excavación en el yacimiento de Juan Primo (2008, Gáldar).
Tibicena
Pero, sin duda, es en la figura de los yacimientos visitables donde se percibe de forma más contundente la labor de estos equipos, sobre todo en la isla de Gran Canaria. Así, desde mediados de los años 90 del pasado siglo se persiguió la apertura de más de una decena de parques arqueológicos, ninguno concluido jurídicamente, a pesar de disponer de la legislación que lo permite. Estos espacios subrogados por los ayuntamientos a diferentes empresas patrimoniales llevan en su mayoría una vida gris y silenciosa. Sin preocupación por parte de las administraciones públicas por la existencia de una verdadera red de parques arqueológicos, sin que se determine ni fiscalice el programa de trabajo presente o futuro. De hecho, muchos se mantienen abiertos por la obstinación de sus gestores en no tirar la toalla. La inexistencia de una política de gestión integral de estos yacimientos visitables, tarde o temprano, pasará factura, quebrando el sistema, y esto conllevará, como ya ha sucedido, el cierre de algunos de estos espacios.
Hoy Canarias tiene un modelo propio, diferenciado del de otras comunidades autónomas para la gestión arqueológica, donde las empresas tienen un papel relevante. Sin embargo, el desconocimiento de la realidad profesional por parte de la propia administración, y los tiempos de esta, no facilitan la estabilización de los equipos, motivo por el cual estos no pueden preocuparse de sí mismos, de disponer de mejoras formativas y de innovación, donde la consolidación laboral y el futuro se perciben como una quimera.
Empresas en riesgo
Para nuestra comunidad autónoma canaria la desaparición de las empresas sería una autentica catástrofe, ya que se esfumaría todo el saber hacer adquirido de estos treinta años de profesionalización de la arqueología canaria. Sin embargo, tampoco se percibe que haya un relevo generacional claro, ya que la emprendeduría, la complejidad e incertidumbre del mercado no hace apetecible el establecimiento de nuevas iniciativas. Es un trabajo con cierta valoración social, pero que no se percibe en sus salarios. De hecho, es frecuente que tras un tiempo ejerciendo como profesional de la arqueología, se abandone por un puesto de funcionario público.
Hace treinta años se percibía como algo exótico la existencia de empresas dedicadas a la Arqueología. Hoy su quehacer se ha normalizado. Sin embargo, sigue sin pensarse su situación ni planificarse su participación, a excepción de algunas administraciones, que permita mirar el mercado de trabajo con ciertas perspectivas futuras.
La realidad ha cambiado con respecto a los años noventa, las empresas buscan su sitio en un mercado cada vez más exigente, donde cada año iniciado significa poner el contador a cero en busca de certezas laborales. No se ha reflexionado de cómo se quiere trabajar en el futuro el pasado. Solo nos queda la incertidumbre del presente. ¿Nos adaptaremos?
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