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Manolo Vieira en el interior de Chistera.
Manolo Vieira, el genio eterno

Manolo Vieira, el genio eterno

José Luis Reina

Miércoles, 8 de febrero 2023, 22:32

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Manolo Vieira convirtió el Chistera en el templo del humor en Canarias, ese oasis de risas que llenaba con cada actuación. Y eso tiene un mérito enorme, por varios motivos. El primero, y fundamental, es que Manolo llevaba toda su vida haciendo reír, consiguiendo que acudieras a su casa con la misma ilusión de hace tantos años. El oficio de humorista es tan bonito como cruel, pues siempre está el miedo a que la gente se canse y se lleven las carcajadas a otra parte. Pero eso no pasaba con Vieira. Él, como me dijo una vez, más que humorista era relatador. Narraba a su estilo tantas escenas de la cotidianidad de los canarios, la idiosincrasia de un pueblo que se ve perfectamente representado en sus historias.

Y ese es otro de los grandes méritos, incluso más difícil que el primero. Con Manolo Vieira no existía ni pleito insular ni generaciones. En Chistera, su público lo formaban desde jóvenes de algo más de veinte años hasta jubilados. Y eso es algo maravilloso e inusual.

Hacer reír al abuelo, al padre y al hijo es un caso excepcional de un genio del humor como él. Le preguntaba en una entrevista que cómo era posible que sus relatos tuvieran tanto éxito en todas las edades y durante tanto tiempo. Él me respondió que lo que contaba eran historias, la mayoría vividas, y que el relato desde el humor siempre gustaría. Y es cierto. Llevamos años y años escuchándolo contarnos su infancia, su barrio, los personajes, la rutina... y daba la sensación de haber crecido con él en La Isleta.

En Chistera Manolo se encontraba feliz. Era como abrir las puertas de su salón a una pandilla de amigos que escuchaban al anfitrión con la fascinación de saber que ese ratito, al menos, serían completamente felices. Cuando terminaba el show, la gran mayoría de los asistentes se quedaba esperando en el hall, a la espera de que el maestro bajara de su camerino y poder charlar un rato con él y de paso hacerse una foto. En cada ocasión, los felices visitantes le decían de dónde venían, lo que él aprovechaba para recordar anécdotas de esos lugares, esos pueblos, esos barrios. Porque él los pateó todos a base de historias y carcajadas.

Porque Manolo consiguió conquistar las ocho islas con actuaciones en miles de plazas, bares, polideportivos y cualquier rincón donde le dejaran. No era ese canarión gracioso, sino el maestro del humor en Canarias, y ese fue uno de sus grandes méritos, unir a generaciones y a los canarios bajo la bandera del humor.

Manolo me contó una vez que no le iba a faltar jamás el respeto a su público con actuaciones de baja calidad. Que cuando él no se viera capaz, se iría a su casa tan feliz tras una vida plena. Y ahora que se estaba tomando la última con su gente, se fue. Fue la escena final del genio para darle paso a la leyenda. Y nosotros te recordaremos siempre.

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