En la llamada «industrial cultural» suele ser habitual hacer gala del «impacto» que tiene el que un o una artista haga una ... mención a un lugar determinado en sus redes sociales. Al parecer existe la leyenda urbana de que eso se traduce en «dinero» para los nativos del mencionado espacio, normalmente porque los euros llegan a otra «industria»: el turismo.
Esto viene a cuenta de la última polémica por estos lares, la de Isabel Pantoja, su supuesto novio canario y su igual de supuesto «impacto» en el turismo de la isla gracias a que le pagamos, usted también, 160.000 euros a través del Cabildo insular, más otros miles a través de Promotur, y otros miles que saldrán de ni se sabe.
La cuestión es que si se pone «Isabel Pantoja» y «Gran Canaria» en Google, la inmensa mayoría de las reseñas que salen son de medios de las islas, donde no creo que haga demasiada falta la «promoción» turística. Es decir, la supuesta publicidad que la tonadillera va a hacer de la isla se materializa demasiado cerca, sin salir del archipiélago.
En el fondo, lo que viene una vez más a corroborar este monumental lío es que en los presupuestos de las instituciones públicas hay partidas que no tienen destino, quedando al albur de lo que decida el político o política de turno. De ahí, de «Presidencia» es de donde ha sacado el Cabildo los emolumentos de la cantante, que lo mismo lo destina a tonadilleras varias que a cineastas diversos, equipos de esto o de lo otro o a la fundación del tenor universal. Raramente, si es que ha pasado alguna vez, sale de esa partida una aportación extraordinaria al Banco de Alimentos, a la atención a personas en situación de sin hogar o a asociaciones dedicadas a los más vulnerables. Es algo difícil de explicar ante tanta sensibilidad como dicen tener.
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