Olvido democrático
Este viernes se presentó el Estudio de la Juventud 2025, elaborado por la Fundación TUI, con sede en Alemania. Sus resultados invitan a una reflexión ... profunda. Solo el 6% de los jóvenes europeos —de entre 16 y 26 años— se declara satisfecho con la democracia. Aunque una mayoría del 57% sigue considerándola preferible a otras formas de gobierno, un preocupante 21%, es decir, uno de cada cinco, estaría dispuesto a aceptar un régimen autoritario bajo determinadas circunstancias.
Se atribuye este desencanto, en parte, a la frustración generada por expectativas incumplidas. La juventud ha crecido en entornos relativamente protegidos, pero hoy se enfrentan a la precariedad laboral, la imposibilidad de acceder a una vivienda en propiedad y un horizonte económico incierto. A ello se suma un cambio de valores: a diferencia de generaciones anteriores, la cultura del esfuerzo no cala con la misma fuerza en una juventud más orientada al individualismo y al hedonismo.
Pero hay otro factor que deberíamos tener en cuenta: la pérdida de memoria histórica. Es evidente que quienes hoy tienen menos de 30 años no vivieron ni el franquismo ni la posguerra, ni conocen de primera mano las estrecheces que marcaron a sus ya bisabuelos: el ahorro extremo, la despensa siempre abastecida por miedo o el recuerdo de la hambruna o la costumbre de remendar la ropa hasta el último hilo. Tampoco han escuchado —al menos no con la fuerza que da el testimonio directo— lo que supusieron la violencia y la represión del franquismo en España o el horror del nazismo en Alemania. Precisamente el trauma de ese pasado llevó a intelectuales como los de la Escuela de Frankfurt a preguntarse cómo sociedades enteras pudieron rendirse ante el totalitarismo. Querían comprenderlo, para evitar que volviera a ocurrir.
Hoy, sin embargo, proliferan discursos simplistas. Youtubers sin más crédito que la fama reproducen, en redes sociales, consignas de la ultraderecha, sembrando la idea de que todo —sea lo que sea— se arregla con un golpe en la mesa. La nostalgia autoritaria se disfraza de solución rápida y de falsa rebeldía.
Tomarse a la ligera la memoria histórica tiene consecuencias. Un día se minusvalora que España celebre el medio siglo sin dictaduras; al siguiente, se reclama la destitución de un presidente legítimamente elegido, simplemente porque no se acepta el resultado del juego democrático.
Olvidar lo que costó conquistar la democracia es el primer paso para perderla.
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