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A mediados del siglo XX vio la luz 'El asalto de la razón' del filósofo y sociólogo Georg Lukács. En el autor expone lo que entiende que fue la trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler, pero, en realidad, se podría ampliar el marco temporal hasta nuestros días, porque explica a la perfección la situación en la que nos encontramos.
La política reducida a un campo de batalla culturalista en el que es más importante imponer el relato que la realidad material. Lo exponía con un ejemplo este viernes un artículo en El País: 'Las calles enfrentadas a Almeida no lo han castigado en las urnas: «¿Qué importan los árboles? ETA ha vuelto», era el titular de la información en la que se explicaba que en 17 de las 19 secciones censales con conflictos vecinales en Madrid aumentaron los votos al equipo del PP. En otras palabras, parece que en política da igual lo que hagas, lo que marca la diferencia es lo que dices.
El fenómeno forma parte de lo que Lukács definía como irracionalismo. La ciudadanía sufre la merma de los servicios públicos esenciales como en sanidad, educación, asuntos sociales… pero queda encandilada por los millones de puntos de luz de las calles en Navidad o por las palabras mágicas: ETA, España, libertad, sentido común.
Decía Lukács en su libro que «la filosofía es un combate feroz contra la ignorancia ciega, porque la ignorancia ciega hace soportable lo que es contrario a la dignidad humana». Y efectivamente, lo estamos viviendo con el añadido de que también se vuelve contra quienes se han hecho insensibles como demuestra el aumento sin precedentes de los problemas de salud mental. Que sí, que «ETA ha vuelto» y «muy español», pero los niños y niñas se lanzan por la ventana al vacío.
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