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Una vez más, Canarias ocupa las últimas posiciones del país en los resultados del informe PISA, que mide las capacidades del alumnado de ... 15 años en Matemáticas, Ciencias y comprensión lectora. Es la misma (mala) posición que obtuvieron las islas en 2019 en la prueba internacional. Es decir, en los últimos cinco años, la educación en Canarias ha estado estancada. Una parálisis que se puede rastrear aún más atrás.
La conclusión parece obvia: da igual quien gobierne en las islas, porque la educación no es una prioridad.
Ahí está la Plataforma por el 5% del PIB en Educación. Llevan años reclamando que se cumpla una ley aprobada por unanimidad en el Parlamento regional.
Lamentablemente, estos pésimos resultados en el informe PISA vienen a sumarse al listado de cifras macro que indican la verdadera cara de este «paraíso». Índices de pobreza de escándalo que ni las ingentes cantidades de dinero que ha llegado de la Unión Europea consiguen doblegar. A eso hay que sumar la alergia que siente nuestra clase política por todo lo que sea un servicio público, incluyendo los más básicos.
Es el sino de Canarias. Cuanto mejor le va en eso que pomposamente se denomina «industria turística», peor para la mayor parte de la población. Es un juego de ceros y unos en el que la propaganda invita a la ciudadanía a manejar su vida como si fueran turistas. Por desgracia, una buena parte se lo ha creído y, al tiempo que lamenta lo mal que le va a Canarias en el informe PISA, disfruta de la última ocurrencia lúdico-festiva del munícipe de turno. Como si el dinero que va a lo uno no explicara lo otro.
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