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Canto de vida y esperanza
Opinión

Canto de vida y esperanza

No he conocido ningún pueblo, salvo nuestra nación, donde el personal se crea la historia que sus enemigos cuentan sobre él

Luis Nanton Díaz

Las Palmas de Gran Canaria

Viernes, 19 de abril 2024, 22:57

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Cuando disfrutas de una obra de arte que remueve sentimientos buscando la unidad, destaca lo repulsivo de promover odios y rencores para beneficiarse. En estos últimos años ves que tanto pensamiento único, tanto ministerio de la verdad, solo busca revivir pasados enfrentamientos para obtener réditos electorales. Es un juego extremadamente sucio y rastrero.

El director José Luis López-Linares da un paso más en la línea que marcó su anterior creación 'España, la primera globalización'. Participan casi un centenar de expertos dando forma a una creación tan fluida como entretenida. México, Perú, Bolivia, España, Venezuela y Chile brindan la mayoría de sus escenarios, tanto en la ciudad como en la pura selva. Nos enseña, para solaz del que ya lo sabía, para asombro del que lo ignora, variados ejemplos de las huellas españolas en América. Más de tres siglos de común sendero, una historia rica y dinámica, que poco o nada tiene que ver con la propaganda negro-legendaria. En cambio, con este fantástico documental, se busca absolutamente todo lo contrario, enalteciendo una ingente y maravillosa obra común. Con sus luces y sus sombras, por supuesto, pero con un conjunto verdaderamente asombroso. Te ayuda a ver, lo ignorante y partidista que debes de ser, para continuar dándole pábulo a todas las casposas historietas de la Leyenda Negra. Esta obra nos enaltece, afianzando la esperanza y la reconciliación ¿Qué más se puede pedir?

El director no dedica mucho esfuerzo frente a mitos ya superados, pero sí invierte en un rico legado que compartimos y para nada conviene olvidar. Tenemos delante una película documental que aporta una visión rigurosa sobre el nacimiento y el desarrollo de la Monarquía Hispánica en América a través de los testimonios de numerosos expertos de ambos lados del Atlántico, intercalados con el esplendor visual de un patrimonio artístico del que sentirnos muy orgullosos.

No he conocido ningún pueblo, salvo nuestra nación, donde el personal se crea la historia que sus enemigos cuentan sobre él. Es impensable que un romano se creyera su historia contada por un cartaginés o a un alemán creyendo el relato francés sobre Versalles en 1918. Es normal que en tiempos de enfrentamiento se utilice la propaganda, pero que tres siglos más tarde, muchos sigan dándole crédito a tanto esperpento es imperdonable. España tiene que despertarse de una vez.

Se trata de acercarnos a la verdad que nos une y, sobre todo, poniendo en valor el legado común. Lopez-Linares, y la mayoría de los expertos participantes, no se muerde la lengua al afirmar que el subdesarrollo americano comenzó con la irrupción de los libertadores quienes iniciaron la explotación y expolio sistemático de los indígenas.

Sin duda, desde el punto de vista rigurosamente científico, en la actualidad, la leyenda negra ha sido pulverizada. Otra cosa bien diferente es la utilización de voceros subvencionados para continuar con una versión que nos denigra y separa. América no se entiende sin España y España no se entiende sin América. Canto de vida y esperanza comienza con una declaración de Carlos Leáñez (Universidad Simón Bolívar), explicando que somos víctimas de un relato que básicamente dice que los indígenas eran santos y felices hasta que llegaron unos sanguinarios barbudos que vinieron a robar y matar. Añade que esa discutible versión, que nos hemos creído, no está exenta de riesgo, especialmente para los americanos, que pierden sus raíces, su identidad y su potencial. No olvidemos nunca que la liberación de México fue obra de los indios, cerca de cien mil acompañaron a los 900 españoles de Cortés, para acabar con la cruel opresión de los aztecas.

Los españoles y los hispanoamericanos tienen que ponerse en pie en defensa de su historia común. La leyenda negra es aún un relato hegemónico. Pero se están dando las condiciones para que triunfe la transparencia. Cortés no conquistó México, la liberó de la voracidad azteca que oprimía a cien pueblos. La nación española no fue un imperio colonial, como el británico. La monarquía hispánica no tuvo colonias sino virreinatos, territorios de la corona de pleno derecho. La reina Isabel consideraba súbditos de la corona a los indios, con los mismos privilegios y obligaciones que los nacidos en España. Impresionante la obra intelectual de la Universidad de Salamanca debatiendo los derechos del hombre y el planteamiento jurídico de todo el descubrimiento.

Luces y sombras, por supuesto, pero como desarrolla este revelador documental, usando el barroco hispanoamericano recorremos desde California hasta la Tierra de Fuego admirando universidades, misiones, bibliotecas, hospitales, iglesias…todo lo contrario a un expolio. Contemplando tamaña obra te das cuenta a que se destinó gran parte del oro y la plata del continente. Verdaderamente revelador que en pleno siglo XVI se editaran libros en lenguas indígenas como el quechua o el nahual. Esta obra cinematográfica tendría que ser proyectada en todos los centros de enseñanza, tanto de España como de Hispanoamérica.

Demagogos como el impresentable de Maduro en Venezuela, o el cuentista de López Obrador en México, gestionan pésimamente, viven del más puro arribismo y culpan de los males de sus naciones a España. Siempre con la cómoda cortina de humo de su visión del descubrimiento afirmando que América está así porque los españoles trajeron pobreza y corrupción. Las guerras de independencia fueron auténticas guerras civiles, conflictos entre hermanos, donde cerca del 80% de los naturales americanos lucharon en las fuerzas realistas.

España no perdió América, sino que éramos una misma cosa, un mismo pueblo que se fragmentó. Volver la mirada a todo lo que nos une, como proyección política y social, es algo que suma…suma y mucho. Para navegar por el mundo y por la historia, no es lo mismo navegar en un potente transatlántico que en un bote a remos; los primeros hacen la historia y los segundos la sufren. Así de claro.

Como en tantos temas, es necesario adoptar actitudes valientes, y desprenderse de las cadenas de la corrección política para que nuestra historia no sea manipulada por intereses políticos. Las mentiras se sustentan todavía por el silencio de muchos que saben, y por la desinformación vertida generosamente para arrebatarnos un pasado del que debemos estar orgullosos. Una minoría ha impuesto una dictadura cultural que provoca manifiestos y contrastados efectos adversos. Todos los pensadores que colaboran en este documento audiovisual insisten en que esto pasa únicamente porque pocos se atreven a defender nuestra verdadera historia. Recordemos la sentencia de Epícteto: «Si dicen mal de ti con fundamento, corrígete; de lo contrario, échate a reír». Los hechos, las obras, los pueblos, están ahí desde hace siglos…solo hace falta señalarlo, generando vida y esperanza.

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